- Un sacerdote francés investiga los masivos fusilamientos nazis al Este
- Precedieron a los campos de exterminio y mataron a 1,5 millones de personas
El Este de Europa fue la �Zona Cero� del genocidio judío. El laboratorio de una masacre que practicó el ensayo-error hasta dar con la solución final. El Holocausto comenzó a balazos y terminó en las cámaras de gas, al comprobarse lo caro y �engorroso� que era matar en masa. Un aspecto de la �Shoah� que permanecía oculto hasta que un sacerdote católico quiso desenterrarlo hace siete años.
El padre Patrick Desbois preside la Fundación Yahad-in Unum (www.holocaustbybullets.com), que pretende combatir «un negacionismo en aumento» y hacer justicia a un millón y medio de víctimas de la conquista nazi del Este, asesinadas por los Einsatzgruppen entre 1941 y 1944. Unidades, que según advierte Desbois estaban formadas por miembros de las SS, pero también «por cualquiera que tuviera armas». Policías nacionales y colaboracionistas incluidos.
La caída del Muro de Berlín favoreció las pesquisas de la organización, al permitir indagar en los archivos soviéticos: 16 millones de páginas escritas a mano, obra de una comisión que investigó las matanzas en los territorios que el Ejército rojo iba liberando. «En ellas hay incluso dibujos que señalaban dónde estaban las fosas, pero nadie los estudió porque se suponía que eran propaganda», asegura Desbois, cuyo equipo ha entrevistado a 1.600 testigos de aquellas matanzas.
Mil muertos bajo la ventana
«Unos las vieron desde sus propias ventanas, como una mujer que confesó no haber entendido nunca por qué se mató a 1.000 personas debajo de su ventana; otros las observaron cuando seguían las columnas de prisioneros a ver si rescataban algo de ropa o monedas; y otros las vieron porque tuvieron que cavar sus tumbas a la fuerza», señala el sacerdote.
Desbois se declara sorprendido por la voluntad de hablar «antes de desaparecer» de muchos de estos testigos. «Es algo que no podría darse en Alemania, Francia o Italia. Si yo me pusiera a la puerta de una iglesia de París a preguntar por los implicados en la muerte de judíos llamarían a la policía». Uno de esos testigos, Yosip Patetski, se ha trasladado a Madrid desde un pueblecito ucraniano que por no tener no tiene ni agua corriente. Quiere contar lo que vio con sus propios ojos cuando era niño y fue obligado a cavar una enorme fosa para sus vecinos judíos.
La organización de los fusilamientos fue el «precedente de los campos de concentración, donde todo era más ordenado, no había testigos ni había que gastar balas», advierte Diego de Ojeda, director general de Casa Sefarad, organizadora del simposio «La Shoah por balas», que se celebra hasta el viernes y cuenta con la presencia de prestigiosos expertos internacionales.
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