Para entrar al convento de las dominicas de Alcalá la Real hay que llegar a la
calle Las Monjas, llamar a un timbre y esperad que una voz diga ‘Ave María Purísima’, después decir el motivo de la visita y otra vez la voz dice lo que hay que hacer. A través de un torno, se deja caer una llave y otra voz da instrucciones para ser recibido en una pequeña habitación, con varias sillas, un sofá, una mesa y una ventana grande de hierro.
Después de un pequeño lapsus de tiempo aparecen las
hermanas María Lorenza, sor Carmen y sor Juli, la primera con una bandeja de dulces navideños de la que se me van los ojos tras ellos. Según sor Carmen la elaboración de dulces en el convento es una tradición de varios siglos, en especial los llamados ‘higos’ y ‘bollillos’ que la hermana sor Encarna enseñó a las demás, ahora ella está enferma en cama, anciana con 86 años. Contaba que aprendió de sus mayores y de unas a otras la tradición de hacer los dulces ha ido pasando desde que el convento se fundó, lo que quiere decir que desde hace unos 400 años se vienen elaborando igual en Alcalá la Real.
Hay una
variedad importante, además de los dulces de higo y bollo, me citan el almendrado, trufas, roscos de anís, de vino, polvorones, mazapán y algún otro.
Sor Carmen dice como se hacen unos y otros, como por ejemplo el mazapán: moliendo almendras en polvo, con azúcar, se les bate un huevo, según la cantidad que se haga, se hace una masa bien hecha y el resultado se mete en el horno. Además. Incide en que sus dulces son todos artesanales , no llevan nada postizo como edulcorantes u otros elementos.
Sor Carmen comenta que la venta se hace en cajas de kilo, pero con un chorreón de más porque las monjas no son muy estrictas en eso, las venden al precio de 20 euros. Añadiendo que ‘eso que este año han subido los precios de todo’. Pero no saben la cantidad que
van a poder elaborar, y están a las expensas de la demanda que tengan. Por lo que en la medida que se vayan vendiendo, las monjas se encargarán de ir elaborándolos.
Para sor María Lorenza que ha llegado de Madagascar, ha aprendido a elaborar los dulces desde hace
cinco años. Mientras sus blancos dientes desprenden una enorme sonrisa que llena la habitación de alegría, comenta que aprendió a través de las hermanas, poquita a poco y cada año y cada vez le salen mejor. Además, hace hincapié en que ponga en el artículo que se encuentra muy bien en Alcalá, que está contenta y muy feliz. Ella llegó el 7 de octubre de 2008 y considera que la gente de Alcalá es muy cariñosa y ha sido muy bien acogida, además está estudiando y tiene un gran elenco de profesores que le dan las clases gratis. También comenta que su vida diaria es el rezo, su trabajo y el estudio pues prepara exámenes para segundo de la ESO.
Para sor July que llegó a Alcalá la Real el 19 de enero de 2011, desde Madagascar, manifestando que la acogieron como su
familia verdadera y las demás monjas se mostraron como sus hermanas y dice sentirse bien, igualmente pasa el día con sus rezos, estudios, formación y trabajo. Asímismo, añaden que las comidas españolas son su alimentación predilecta: paella, cocido les gusta mucho, porque ambas dicen que ya son alcalaínas.
La hermana Carmen nació en Alcalá la Real y entró en el convento a los 14 años , con una vida entregada totalmente al Señor “en donde doy gracias tras 29 años porque es un regalo y un don de Dios, cuando me siento su llamada y entonces el saber responder me da la felicidad y Él me hace feliz y entonces eso es lo más importante”. “El ser capaz cada día de entregar la vida por los demás”. También relata que las vivencias en el convento han sido muy bonitas, de saber que se entrega, no solamente al Señor que es lo máximo sino que la oración hace muchas cosas por las demás, como los sufrimientos, la alegría de todos son también las mías. También otra de las vivencias de las que habla es ver como Dios ha llevado su vida. Igualmente, habló de la relación con sus padres a los que ve cada mes.
Y para terminar, sor Carmen añade que los dulces son como un sustento, para una ayuda en el día a día del convento porque son unas monjas pobres y confían en la providencia de Dios, pero sobre todo hizo hincapié y añadió que «no nos vengamos abajo por nada, que confiemos en el Señor que a través de su experiencia, confiando en Dios que lo vemos palpable no nos falta el vivir el hoy, creo que la gente se está angustiando mucho porque está pensando no tengo, no tengo y no es eso, sino que hemos vivido más de lo que hemos podido y ahora no somos capaces de aceptar lo que tenemos, entonces yo si transmitiría un mensaje de esperanza porque hay que saber confiar, esperar y también se manifiesta en este tiempo de crisis de las personas que verdaderamente lo estén pasando mal, pues lo más importante es ser solidarios, que sepamos compartir, a veces compartir lo que tenemos pero también compartir nuestra persona que es lo más importante».
Sor Carmen me dio su correo electrónico para que le enviara las fotos que había hecho, también me dijo que cuando saldría el artículo. Me marché de allí, siguiendo sus indicaciones, apagué las luces, cerré las puertas correspondientes y sigilosamente abandoné el convento, mientras oía alegría en aquellos pasillos que me imaginaba, recorridos por monjas jóvenes y mayores, con sus vidas por delante, algunas tratando de formarse, otras con la vida terrenal casi acabada, pero ví en aquellas tres mujeres risas, alegrias, ganas de vivir, y lo mejor es que necesitan muy poco; oración, trabajo, formación y seguir haciendo dulces cada Navidad para los alcalaínos.