Vaca Muerta no resucita
El memorando de entendimiento entre YPF, nacionalizada hace justo un año, y la estadounidense Chevron, abría un vasto horizonte de oportunidades para Argentina. Por fin una empresa de primera línea se avenía a firmar un acuerdo con el Gobierno de Cristina Kirchner, caído en desgracia en el ámbito internacional desde que expropió el 51% de las acciones de YPF, que estaban en manos de la española Repsol.
El convenio que se gestaba tenía como objetivo la explotación de las enormes reservas de gas y petróleo contenidas en Vaca Muerta, un megayacimiento de 30.000 kilómetros cuadrados que atraviesa la cuenca de Neuquén, al sur de Argentina.
En el último momento, un embargo dictado por la justicia ecuatoriana en contra de Texaco –propietaria de Chevron- dejó sin efecto el acuerdo. "Vaca Muerta es una vaca parida con mala suerte. No hay forma de sacar adelante el proyecto", se lamentó Juan Alberto Núñez, ejecutivo de YPF, aludiendo a otros acuerdos que tampoco se llegaron a concretar.
Inversión sin garantías
El convenio con la empresa Bridas está frenado por las demandas que interpuso Repsol en contra del Estado argentino. Con Dow Chemicals se llegó a un preacuerdo para extraer gas con una inversión de 1.500 millones de dólares. Pero los socios potenciales no se ponen de acuerdo sobre la 'letra pequeña' del documento.
En resumen, desde su descubrimiento, en octubre de 2011, Vaca Muerta no ha producido más que ilusiones. En el fondo, ninguna empresa seria está dispuesta a invertir sin obtener las garantías necesarias para no correr la misma suerte que Repsol.
En noviembre de 2011, Cristina Kirchner casi se desmaya de alegría cuando el español Tomás García Blanco, entonces jefe de exploración de la compañía española-argentina YPF, le anunció que Vaca Muerta sería más productiva que todos los yacimientos de petróleo y gas no convencional existentes en Estados Unidos.
Inversión multimillonaria
La presidenta no puso demasiada atención en los detalles técnicos del anuncio. Principalmente, no prestó oídos a que sería necesaria una inversión de 40.000 millones de dólares para tan sólo extraer las primeras muestras de las riquezas contenidas en el subsuelo patagónico. Y es que las reservas probadas del yacimiento, estimadas en 927 millones de barriles petróleo y gas, son del tipo 'shale'. El equipamiento y las técnicas para extraer esos hidrocarburos, encapsulados entre las vetas de la roca madre, cuestan una fortuna.
De hecho, se presume que los desacuerdos en torno a quién debía aportar el grueso de las inversiones en Vaca Muerta, si el estado argentino o la YPF de propiedad de Repsol, indujo a Cristina Kirchner y a su equipo a fraguar la expropiación de la compañía. "No faltarán candidatos para ocupar la plaza de Antonio Brufau", aseguró el viceministro de Economía, Axel Kicillof, a la presidenta de la Nación.
Caída del beneficio
Un año después del drama que culminó con la salida de los capitales españoles, Vaca Muerta sigue a la espera de que alguna compañía se arriesgue a meterse en los zapatos del empresario español. Desde que Brufau dejó de venir a Buenos Aires a hacerse mala sangre con las exigencias del socio argentino, YPF exhibe una caída del 12,2% de sus beneficios netos; la rentabilidad sobre su patrimonio ha caído en un 26% y su deuda se cifra en 180 millones de euros.
En definitiva, Argentina quedó muy lejos de obtener la "soberanía energética" que se propuso Cristina Kirchner al enviar al Congreso el proyecto de expropiación de YPF.
stagduran
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