Política
Si ha sido un buen discípulo de su paisano Pío Cabanillas Gallas, aquel político que siempre estaba de vuelta cuando los demás venían, el inquilino gallego de La Moncloa debe tener apuntado en su libro de bitácora una de las frases preferidas del brujo de Pompeán: "¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!"
Pío, con eso de "los nuestros", se refería a la legión de "dinamiteros" de la extinta UCD que diseñaban todas las noches el magnicidio político de Adolfo Suárez.
El consejo, en un principio de naturaleza política, lo llevó a la práctica Mariano Rajoy cuando se produjo el motín a bordo en Génova, 13, durante 2008, cuando el PP atravesaba el cabo de Buena Esperanza Aguirre, en plena metamorfosis hacia cabo de las tormentas.
¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!
Pero el consejo en vigor adquiere ahora naturaleza financiera. La Banca española es por antonomasia del Poder, de "los nuestros" para cualquier gobierno, de cualquier ideología, en cualquier época, que maneje los fondos públicos, el BOE y los Presupuestos Generales.
Salvo de Suárez, fue de Felipe, de Aznar, de Zapatero y ahora de Rajoy, todos ellos presidentes infectados de garrapatas financieras. Lo que pasa es que la sospecha, siempre fundada, de que lo que era bueno para la banca era una catástrofe para los españoles, se ha convertido en los últimos años en un axioma.
Moraleja.- Si la banca española "ve con bueno ojos" que Rajoy pida el rescate, no hace falta ser un lince para hacer todo lo contrario. Para evitar el rescate como sea. Para apartar de los españoles el amargo cáliz de la intervención oficial de la "Troika" y la madre que parió a sus hombres de negro.
El final feliz de un cuento chino
La banca sibilina lo pone todo de color de rosa: los bancos extranjera comprarían deuda española y, los bancos autóctonos, rebajarían los costes de financiación de las empresas españolas aprovechando la irreversible caída de la dichosa prima de riesgo. Ni la factoría Walt Disney mejoraría el final feliz de semejante cuento chino.
Los tiburones que andan sueltos practicando la depredación indiscriminada del erario público y el erario privado, no es que tomen por tontos a los españoles, es que, basándose en sus archivos de datos de los últimos años, tienen la certeza absoluta. Y, naturalmente, están decididos a que Rajoy tropiece con la misma piedra que han tropezado diferentes presidentes del Gobierno Español.
Porque es posible que la banca de ahí fuera nos compre deuda si tenemos la bendición urbi et orbi de Mario Draghi. Pero ¿alguien se cree que las instituciones financieras española abrirían el grifo de los créditos? A las empresas de toda la vida, a las de los amiguetes, en las que tienen intereses creados, a la familia Polanco (que acaba de llevarse 300 millones de euros del ala), quizá. Pero, ¿a las Pymes, a los intrépidos e innovadores emprendedores, a las familias? ¡Venga ya, hombre!
Si alguna vez ha tenido vigencia la frase de Camilo José Cela, el Nobel paisano de Mariano Rajoy: "¡el que resiste, gana!", es estos meses en los se deshoja la margarita en las soledades de La Moncloa. Estas últimas horas en las que los banqueros tientan al Presidente, como el diablo a Jesús durante su cuaresma en el desierto.
¿Sabemos de verdad los españoles lo que significa el rescate en la vida diaria de los ciudadanos rescatados? ¿Por qué hablamos con tanta ligereza del rescate? ¿Por qué vamos aceptando la anestesia de la resignación, convencidos de que la cirugía de la Troika es la solución en vez del problema?
Cuando fracasa la medicina, como confiesan los propios facultativos, entra en escena la cirugía. Y los resultados del rescate, del corte indiscriminado y por lo sano, los podemos analizar en los dramáticos postoperatorios de pacientes como Portugal y Grecia. Que los españoles paguemos su fiesta
¿Bisturí? No, gracias. Tratamiento político. La Banca española, Sr Rajoy, es una despiadada gorrona cuya única obsesión es que millones de españoles pringaos paguemos sus despilfarros, sus días de vinos y rosas, sus orgías financieras, la fiesta que no quieren que les cabe. Si el Presidente pide el rescate, es hombre muerto. Políticamente hablando, claro.