Buenos pagadores
Los cuatro kilómetros que dan vida a la calle de Bravo Murillo, una importante vía comercial de la capital, han cambiado su fisonomía. En los últimos dos años, a pie de calle, decenas de empresarios españoles han clausurado sus negocios debido a la crisis. Esos mismos establecimientos han vuelto a retomar la actividad siendo realquilados y regentados por comerciantes chinos. Los dueños de los locales de toda la vida en este barrio aseguran llegar a fin de mes «a duras penas». La cuestión es que, sumado a la recesión y las escasas ventas, la conversión de esta calle en un nuevo «chinatown» les amenaza hasta el punto de tirar la toalla, para ser recogida por los ciudadanos del gigante asiático.
En el número 286 de Bravo Murillo cuelga, como en decenas de locales, un cartel de «se alquila». Su propietario, José Ignacio Calvo informa a través del teléfono de que esa misma mañana se ha cerrado el contrato con un nuevo arrendatario: «un empresario chino». Hace unos meses ese establecimiento de cerca de 160 metros cuadrados distribuidos en dos plantas era una peluquería de Marco Aldany —que se declaró en concurso voluntario de acreedores el pasado mes de febrero—; ahora volverá a abrir reconvertida en una peluquería de chinos, algo que ya abunda en esta vía.
«A nosotros nos da igual a quién se lo alquilemos, pero está claro que estos inmigrantes son una garantía de que te van a pagar sin problemas», manifiesta José Ignacio, quien especifica que se solicita una mensualidad de 2.000 euros.
Antagónicos son el rótulo del establecimiento donde Lourdes trabaja, «La positiva», y su impresión sobre el futuro del negocio español en esta calle: «Cada vez está peor. Mis jefes han bajado los precios para igualarlos a los chinos. De momento no tienen pensado cerrar, pero no funcionamos bien», sostiene esta dependienta de ropa de niños.
Competencia sin igual
Ángel Menéndez y Pilar, un matrimonio de septuagenarios, viven en el barrio desde que nacieron. «He contado 70 tiendas cerradas desde Plaza Castilla hasta Cuatro Caminos. Antes era un encanto, pero esto ya no hay quien lo reconozca», expresa Ángel. «Tienen lo mismo en todas las tiendas», añade ella. Sin embargo, Ángel y Pilar se encuentran en ese momento buscando un establecimiento de chinos para que les pongan el reloj en hora. Los mismos confiesan: «Al final les acabas comprando. Venden relojes a precios de pila, pero está claro: están matando el negocio español».
El asedio asiático en la zona sur
t. g. r. madrid
Móstoles, Fuenlabrada, Alcorcón, Getafe, Leganés son municipios donde el comercio asiático se ha hecho fuerte. Pese a que la crisis también ha tocado al gigante obligándole a cerrar algunos establecimientos, este colectivo inmigrante continúa alquilando locales y poniendo en marcha nuevos negocios. En el centro de Leganés, los comerciantes de toda la vida se sienten «amenazados» por la apertura masiva de tiendas de chinos. «Es imposible competir con ellos. Hemos aguantado el tirón de los centros comerciales. Los chinos son el remate. Además, no crean empleo porque sólo tienen trabajadores de su país», manifiestan desde la asociación Unión Empresarial de Leganés (Unele).
Mercedes montó una tienda de arreglos de ropa hace siete años en el centro de Leganés. «Hace poco entraron unos chinos a ver mi local por dentro. Al poco tiempo, montaron una tienda de arreglos», a 50 metros la una de la otra. «Me preocupa la situación. Hay que igualar los precios para mantener clientela. Hay veces que te viene la gente pidiendo que arregles lo que los chinos han dejado mal. Encima no se reclama. Se da por hecho que como es barato no hay que pedir calidad. Lo peor es que no generan dinero al país porque se lo llevan y contratan a sus ciudadanos», expresa Mercedes.
Sonia, de la franquicia gallega Meigallo, sabe que en unos meses perderá su empleo en Leganés. Trabaja en un local que ofrece el mismo producto de los chinos (bolsos, complementos y bisutería), pero a un precio más elevado. La cuestión es que todo lo que ofertan viene de China. «Mis jefes están pensando en cerrar. Ya estoy buscando algo. Lo veo todos los días. Las cifras no son buenas», informa mientras un local de asiáticos ubicado pared con pared hace caja. «El problema es del Gobierno, que no lo regula, y de los españoles, que siguen comprando ahí. Es algo difícil de solucionar», reflexiona Sonia.