Dragó defiende a Wert de los ataques de El País: "Le llaman facha. Buena señal. Cuando alguien me dice eso, sé que voy por buen camino"
Pasado el puente de la Constitución, durante el cual algunos sí trabajamos en un viernes que sí fue laborable, los máximos protagonistas de las columnas de la prensa de papel española del 10 de diciembre de 2012 son Zapatero y Wert. Pero no los únicos, y hay una relativa variedad de cuestiones tratadas por los articulistas de opinión de Madrid y Barcelona.
No falta, por supuesto, el 'ladrillo' de turno firmado por un político en El País. En este caso, el diario de Prisa se pone al servicio del nacionalismo catalán para servir de altavoz de su victimismo y atacar con dureza a Wert por su propuesta de reforma educativa.
El portavoz de turno del nacionalismo en El País es Joan Ridao, el que fuera secretario general de Esquerra Rupublicana de Catalunya de 2008 a 2011, que en ¿Qué pasa con la inmersión lingüísitca? no deja de recurrir a uno solo de los argumentos que se repiten hasta la saciedad en medios como La Vanguardia y El Periódico de Catalunya. Arranca diciendo:
Resulta entristecedor que el debate que lleva aparejado el borrador del proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación no sea esencialmente pedagógico, que buena falta haría a la vista de las tasas de fracaso y abandono escolar o de los nefastos indicadores que refleja, por ejemplo, el informe PISA.
Acto seguido, él mismo se olvida de esas cuestiones que echa de menos que se traten y arremete contra Wert por su intento de que se pueda recibir educación en castellano en Cataluña. Para ello saca a colación nombres y siglas que por sí solos enervan los ánimos tanto de nacionalistas como de izquierdistas de distinto ropaje:
Wert no es un incendiario que actúa por su cuenta sin encomendarse a nadie. Como sociólogo e ideólogo de FAES ejecuta fielmente las directrices aznaristas y de la derecha más extrema, sirviéndose, ante la inhibición de Rajoy, de un tradicionalmente anodino ministerio, hoy prácticamente desprovisto de competencias, como gran trinchera de confrontación ideológica. A falta de pan, buenas son tortas.
Todo vale para tratar de identificar al PP con la extrema derecha, desde referirse a un "visión supremacista del castellano" --lo de 'supremacista' es un término utilizado por lo general para referirse al racismo blanco, muchas veces de carácter neonazi, tanto en EEUU como en Europa-- a citar a un Tejero que nada tiene que ver con el partido en el poder.
Muestra el relato de un catalán históricamente perseguido por los poderes políticos. Así, aparecen ante el lector el intelectual falangista Ernesto Giménez Caballero, Franco, Felipe V, Carlos III, el conde de Floridablanca o Primo de Rivera --no, estimado lector, no espere usted que el de ERC recuerde que el principal apoyo del penúltimo dictador de España a la hora de dar su golpe de Estado fuera la burguesía catalana--.
Tras un largo repaso a las normas educativas que imponen el catalán, sus avatares en el Tribunal Constitucional y sus efecto, bajo su particular interpretación, claro, habla de la propuesta de Wert. Y la cuenta a su manera:
En concreto, Wert pretende dinamitar el modelo dando al catalán el rango de asignatura de especialidad, esto es, por detrás de las asignaturas troncales (un mínimo del 50% del horario lectivo) y específicas (un máximo del 50%), otorgándole un carácter residual frente al castellano y el inglés, que devienen materias obligatorias y postergándolo tras el segundo idioma extranjero, pese a ser no sólo lengua cooficial sino también la propia de la comunidad.
Llega la amenaza de incumplir, una vez más, las leyes y un nuevo retrato del PP como un partido de extrema derecha:
Por eso, en Cataluña existe un consenso político casi unánime acerca de incumplir, en su caso, una norma a todas luces injusta y que es percibida como un ataque a uno de los pilares de su convivencia. De paso, huelga decir que los sectores de la derecha española que no desfilan tras el tambor del tercio y que postulaban tender puentes de plata con los más receptivos de CiU ven cómo el PP de Rajoy se descerraja un tiro en el pie con el órdago boomerang de Wert.
La antítesis a Ridao la encontramos en El Mundo, en concreto en la columna de Fernando Sánchez Dragó titulada con el apellido del ministro más polémico del momento, Wert. Arranca con fuerza:
Es el hombre del día y el político del año. Señor Rajoy: le debo una. De no ser por usted, nunca habría sabido que entre los bastidores de la cosa pública existen personas tan inteligentes como la del individuo con apellido de guiri al que hoy sirve de pedestal esta columna.
Va a cogerme manía, pues ha dicho, con refrescante incorrección política, que se crece en el castigo y yo, en vez de ponerlo a parir, como tantos hacen, me dedico a ponerlo por las nubes.
Le elogia por los ataques recibidos:
Le llaman facha. Buena señal. Cuando alguien me dice eso, sé que voy por buen camino. ¿Qué es un facha? Facha es quien llama facha a quien no lo es.
Su índice de popularidad es uno de los más bajos del gabinete. Otra buena señal. El vulgo es necio. Lo dijo Lope. Los chacales aúllan a la luna llena, mientras el astro resplandece y la caravana sigue, y sabemos, desde Sócrates, que la talla de un hombre se mide por la cantidad de sus enemigos y por la calidad de sus amigos.
Tras destacar que no es amigo de Wert, Sánchez Dragó repasa las virtudes de la ex pareja de Edurne Uriarte: "su rapidez mental y verbal, su cultura y su astucia".
Que pregunten por la última a los convergentes, los unionistas y los ezquerros. La argucia de mentarles y tentarles la pela, nada menos que la pela, en la merendola de la inmersión lingüística ha sido de antología. Ahí les duele. Deben de estar ahora, entre la Málaga y el Malagón de los centros concertados y la escuela pública, tan perplejos e irresolutos como el asno de Buridán.
Ministro Wert: que las jarchas, las Glosas Silenses y Emilianenses, Per Abbat, Berceo, Nebrija y Cervantes le bendigan.
También en el periódico de Unidad Editorial encontramos un artículo de Carlos Cuesta que es un buen ejemplo de como reinterpretar la realidad y asumir que las intenciones de miles de personas son diferentes a las que estas expresaron. La pieza en cuestión se llama El otro 15-M y se refiere a las concentraciones por la unidad de España celebradas en Madrid y Barcelona el pasado 6 de diciembre de 2012. Comienza:
Miles de personas han salido a la calle para defender España. Miles de personas que, frente a los movimientos antisistema y antidemocráticos que tanto entusiasman a algunos partidos y medios de comunicación, defendieron el pasado 6 de diciembre el cauce constitucional como única vía de solución de nuestros problemas.
No quemaron contenedores, ni rompieron escaparates. No reventaron marquesinas, ni necesitaron de ninguna carga policial.
Después de esto llega lo realmente sorprendente:
Miles de personas que, al margen de políticos, pidieron simplemente que las 27 subidas de impuestos del último año y el resto de las acumuladas con anterioridad sirvan para sacar a España de la crisis. No para entregar un cheque en blanco a reyes de taifas que dinamitan la unidad.
Esta es la primera noticia que tiene este humilde lector de columnas de que las concentraciones tenían algo que ver con las subidas de impuestos y sus posibles utilidades. En las palabras "España somos todos" no encontramos referencia alguna a una cuestión fiscal, a no ser de que el lema completo fuera: "España somos todos a los que nos han subido los impuestos y queremos que sirvan para sacar al país de la crisis".
Por favor, estimado lector, si usted acudió a alguna de las manifestaciones y fotografió una pancarta que dijera eso, envíenosla. Mientras tanto seguiremos pensando que era sólo por la unidad del país. Seguro que entre los manifestantes había muchas, muchísimas, personas que estaban contra las subidas de impuesto, se hagan hecho con la intención que sea.
Concluye cuesta:
Quienes allí estaban forman parte de esa España que se echará a los hombros 630 millones de euros de deuda pública cada día de 2013 con una esperanza: la de que semejante barbaridad de dinero -230.000 millones- sirva para mantener el proyecto común que los españoles votamos hace 34 años.
¿Es eso un mensaje radical? ¿O, más bien, es el discurso por el que cualquier partido debería dejarse la piel? Los supuestos indignados, desde su barbarie, cuentan con el respaldo de la izquierda. Ahora es el turno de que la derecha confirme su indudable compromiso con quienes salieron el día 6 a defender España y la Constitución. Porque, en caso contrario, España caminará a la deriva, maniatada por un incomprensible complejo frente a una izquierda enloquecida y desafiante que, como siempre, usará la calle para alcanzar lo que las urnas le han quitado.
Está bien que Cuesta reclame a la derecha que confirme su compromiso con quienes se manifestaron el día 6. Pero para eso, lo primero que hay que hacer es contar por qué lo hicieron, no hacer interpretaciones que nada tienen que ver con la realidad.
Pasamos ahora al ABC. En el periódico madrileño de Vocento, Gabriel Albiac escribe Añoranzas totalitarias, un artículo reflexivo donde critica al democristiano más conocido en el Hotel Palace de la capital de España:
Durán enunció el otro día una tesis aterradora. Puede que ni siquiera tuviera consciencia de su resonancia histórica. Puede. Pero es igual. Decir que, si la nueva ley de educación «se carga nuestro sistema de inmersión lingüística, romperán y amputarán para siempre nuestra identidad» y alterarán «el nervio de la realidad nacional», es suponer que la función de una ley de enseñanza sea construir identidades nacionales. Eso ha existido, por supuesto: es lo puesto en pie, en la Europa de entreguerras, por los Estados totalitarios. Para los cuales la identificación patriótica primaba, de un modo absoluto, sobre la adquisición de maestrías.
Repasa de forma crítica el nivel educativo en España:
La ley Wert tiene que ver con la total destrucción del sistema docente desde la LOGSE de los años funestos de Felipe González. Hoy España posee una de las peores formaciones -si no la peor- de la UE. Los necios que hablan de «las generaciones mejor formadas de nuestra historia» no tienen ni pajolera idea de lo que están diciendo. Quienes llevamos toda la vida en la docencia sabemos que nunca el abismo que nos separó de las grandes universidades europeas fue tan enorme. Sabemos que lo que sale de nuestras Facultades es lo que entró ya en ellas sin arreglo: una no filtrada masa de analfabetos.
Termina con un elogio al ministro y una crítica al de Unió:
Eso se trata de arreglar. Y a eso, bien que mal, busca enfrentarse, sobre todo, la ley Wert. Lo otro, lo de Durán, es totalitarismo. Puede ser que inconsciente. Puede.
Si unos días antes, entre los grandes protagonistas de la opinión estaban Felipe González y José María Aznar, ahora aparece otro ex presidente del Gobierno. No es otro que el supervisor de nubes nacido en Valladolid que ejerce de leonés. En ABC nos encontramos con un artículo de José María Carrascal titulado Las explicaciones de Zapatero.
Desde el Consejo de Estado -en España, en vez de enterrar en la ignominia a los malos gobernantes les premiamos con cargos esplendorosos-, José Luís Rodríguez Zapatero -¿qué consejos de Estado podrá dar el que estuvo a punto de hundirle?-, nos anuncia un libro que «no va a ser de memorias, sino una explicación de cómo vivió la crisis, de lo que sintió, de las contradicciones que tuvo, de lo que no pudo lograr».
Explica:
Pero el expresidente, por lo que nos cuentan quienes gozan de sus confidencias, no se disculpa por ello [por todo lo que hizo en el poder] ni, menos, nos pide perdón. Se limita a explicarlo e incluso defiende las medidas que tomó, no sólo los mayores recortes sociales de la España democrática, sino también en las que se gastó hasta el último euro en la caja, haciendo regalos a voleo y ampliando rotondas por toda España.
Concluye con un retrato muy duro de Zapatero:
El problema de José Luis Rodríguez Zapatero fue desde el principio su falta de preparación para el cargo. Llegó a él por los azares de la vida y las bombas de los terroristas, sin la experiencia humana y política necesaria para un puesto de tal responsabilidad, y se rodeó de un gabinete de revista de moda y de aduladores ambiciosos, poniéndose a gobernar con la audacia de los indocumentados y la frescura de los diletantes. Sin que el país le pusiera cortapisas, por lo que la culpa también es nuestra. Ahora nos quiere explicar lo que ocurrió. Como si no lo supiéramos. Y sufriéramos.
En el periódico del Conde de Godó y Grande de España Màrius Carol compara al socialista con su sustituto en La Moncloa. Lo hace en Un año sin Zapatero:
El último presidente socialista ha desaparecido prácticamente del primer plano de la actualidad, como si no quisiera molestar, como si el poder hubiera acabado resultándole una carga insoportable. No es menos cierto que su sucesor, Mariano Rajoy, se diría que lleva en el puesto desde tiempos inmemoriales, lo que quiere decir que este primer año se nos está haciendo largo, demasiado. Si Zapatero estaba convencido de que nunca le abandonaría su buena suerte, Rajoy estaba seguro de que su subida al poder despertaría confianza. Pero los mercados no juegan a la lotería, ni dan cheques en blanco, así que, como le pasaba al emperador Adriano, a ambos les ha tocado mandar en tiempos en que escasea la fe y el hombre se encuentra solo.
Dice:
Algunos de los errores se repiten de un gobernante a otro: la tremenda ingenuidad de los ministros económicos en ver brotes verdes donde sólo hay capullos quemados, la apuesta por jóvenes políticos que debían aportar savia nueva y sólo traen inexperiencia, la voluntad de enviar tecnócratas que influyan en Bruselas y finalmente andan como alma en pena por los pasillos de la Comisión.
Concluye:
Para que no le pase como al coronel que no tenía quien le escribiera, Zapatero ha decidido hacerlo él para justificarse. Asegura que no serán unas memorias, como las de Aznar o las de Bono, que necesitan marcar perfil porque se resisten a ser esculturas de museo. Él intenta explicar lo que le tocó vivir y lo que sintió en su azaroso segundo mandato. Ese que definía la crisis como sirimiri y, en realidad, fue la tormenta perfecta. Seguro que Rajoy, a pesar de que el tacticismo de Zapatero le ponía de los nervios, figurará entre sus lectores. Seguramente porque, como confesaba Adriano en el lecho de muerte, el poder abruma y empuja a repetir los mismos errores.
Cerramos el repaso diario a los artículos de opinión con Ángela Vallvey, que publica en La Razón Miserias, un buen artículo dedicado a Díaz Ferrán. La autora de 'Los estados carenciales' y 'La velocidad del mundo' arranca:
La escaldada ciudadanía se ha quedado con el saldo de esperanzas temblando cuando ha visto cómo un ex presidente del sindicato de la patronal ingresaba en el talego. Lo de Díaz Ferrán entrando en la prisión de Soto del Real ha sido un trauma nacional.
A este humilde lector de columnas le ha encantado eso del "sindicato de la patronal", una definición muy acertada para la organización de empresarios. Los parecidos entre la CEOE y la UGT o CCOO son, la verdad, pasmosos. Al margen de eso, a Vallvey hay algo que le ha dolido especialmente de Díaz Ferrán:
Personalmente, lo que más me ha conmocionado es enterarme de que la declaración de Hacienda le salía a devolver 2.000 euros, y tal. A mí, la única vez que me salió a devolver -400 euros- me hicieron una inspección y estuve litigando dos años. El papeleo me costó 2.500 euros. Cuando finalmente me devolvieron los 400, estaba al borde de una crisis nerviosa y/o existencial.
Concluye:
El problema de estos tiempos es la miseria. Aunque debemos distinguir dos categorías: el «mísero», que significa desdichado, es el infeliz que merece nuestra compasión, como el pobre que ha pedido una hipoteca y no sabe cómo pagarla. Y luego está el «miserable», cuya baja calidad moral repele a la gente de bien: es el caso del rico que estafa mientras reclama devolución a Hacienda.
¡Cuánta razón tiene Ángela Vallvey!