«Si os mantenéis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres.»
Juan 8:31-32.
seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres.»
Juan 8:31-32.
Los medios de comunicación hablan mucho de la corte internacional de justicia, la que permite juzgar los diversos responsables de crímenes contra la humanidad que han hecho sufrir a sus semejantes.
No olvidemos que existen otros tiranos temibles, a los cuales cada uno está esclavizado. El mundo, el diablo, una conciencia pesada, el temor a la muerte, la esclavitud del mal, todas estas amenazas son la parte de nuestros contemporáneos. Sin embargo, de todas estas tiranías, Jesús puede y quiere liberarnos.
Más aún, ser libre no es únicamente escapar de una esclavitud. También es poder vivir plena y concretamente nuestra vocación, siendo tal y como Dios nos ha creado y después rescatado, tal y como él quiere que seamos. Nuestra felicidad y libertad se fundan en el hecho de que Dios es nuestro Padre. Recibimos esta libertad por la gracia de Dios que actúa en nosotros. La vivimos amando a Dios, amando a nuestros hermanos y a nuestro prójimo. Ese amor se expresa en el culto rendido a Dios, en la sumisión a Cristo y en el servicio a nuestros hermanos y al prójimo, por el poder del Espíritu Santo (Romanos 15:13).
Cristianos, ¿formamos parte de ese pueblo libre que sabe cantar alegremente? (Salmo 89:15, V.M. ). “Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén” (Romanos 16:27).
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