El demonio suele las mas veces responder con engaños al exorcista, y se manifiesta con dificultad para cansar y fatigar al exorcista y que este desista del exorcismo o bien puede hacer creer que el fiel no es atormentado por el demonio. Otras veces se esconde, después de haberse manifestado, y deja de atormentar el cuerpo, para hacer creer que la persona ha quedado liberada; pero el exorcista no debe cesar de exorcizar hasta vea señales ciertas y fehacientes de la liberación del cautivo. También es cierto que algunas veces los demonios ponen todos los impedimentos que pueden para que el poseído no se sujete a los exorcismos, a veces procuran persuadir de que se trata de una enfermedad. En ocasiones en medio del exorcismo hacen bostezar y dormir al doliente, y le muestran alguna visión, para que parezca que está libre. Otras veces permite que el poseído se aquiete, y reciba la Sagrada Eucaristía para dar la impresión de que se han marchado. Son innumerables sus artes y mañas para engañar al hombre y así el exorcista ha de estar muy atento para no ser engañado.
No se deben establecer conversaciones con el demonio ni hacerle preguntas curiosas o vanas, principalmente ocultas o que estén por venir; ni se ha de perder el tiempo en preguntas no necesarias, ni tocantes a su oficio, antes bien, hay que hacerle callar y que solo responda a lo que se le pregunte. Y si dijera el demonio que es el alma de algún santo, o difunto, o que es ángel bueno, no se le ha de dar crédito.
Las preguntas necesarias que ha de hacer el exorcista, son el número y nombre de los espíritus inmundos que atormentan al endemoniado, el tiempo que hace que entraron, la causa por lo que lo hicieron y otras de esta índole. Las risas, burlas, gracias y gestos del poseído, has de ser menospreciadas y reprendidas y advertir a los acompañantes que no hagan caso de ellas, ni hagan preguntas, ni den ningún tipo de respuestas, sino que con insistencia y humildad rueguen a Dios por él.
Los exorcismos han de ser hechos y leídos de manera imperativa y con autoridad, con gran fe, humildad y fervor. Y cuando vea que el demonio da muestras de estar atormentado, es el momento de darle mayor intensidad. Y si se viera que el poseído muestra alguna conmoción, dolor o hinchazón en alguna parte de su cuerpo, se ha de hacer ahí mismo la señal de la cruz (+) y se ha de echar agua bendita. Se debe observar también ante que palabra se conturba y tiembla más el demonio para repetirlas una y otra vez, muchas veces y si se llegara a un punto culminante, con mas motivo hay que aumentarle la pena y su intensidad.Y si se reconociera que el demonio da muestra de gran soberbia hay que tratarlo de humillar, tratándolo mal con palabras, oprobios y desprecio, llamándole espíritu sucio, inmundo, malvado, etc. Todo se ha de realizar con gran fe, acordándose de la potestad que se ha recibido sobre los demonios. Y si se observara que el exorcismo está siendo de provecho se ha de perseverar en el conjuro el tiempo necesario hasta alcanzar la victoria.
Cuando se exorciza a una mujer, se ha de procurar realizarlo de manera honesta y que los familiares y/o acompañantes de la misma sean los que la sujeten y que las acciones y palabras no sean nunca ocasión de un mal pensamiento para si mismo ni para las personas que acompañan.
Si el exorcista va a mantener su actividad durante largo tiempo, conviene que se provea de una camilla en la que poder tender e inmovilizar al poseído y así poder ejercer su ministerio con mas seguridad.
Cuando se conjura el exorcista ha de usar palabras de la Sagrada Escritura antes que otras suyas o agenas y se ha de insistir al demonio que declare si está en ese cuerpo por algún maleficio y si tiene algunas señales o instrumentos de ellos y si se los han echado por la boca que los vomite y si están en algún otro sitio fuera del cuerpo, diga donde se encuentran para una vez localizados, se quemen.
Antes de realizar el exorcismo conviene tener la conciencia limpia mediante la confesión o al menos mediante algún acto de contrición, y si fuera posible luego de celebrar el Sacrificio de la Misa. En el caso de que se tratara de espíritus mudos, es conveniente la oración y el ayuno conforme la recomendación de nuestro Señor Jesucristo y se ha de encargar a otros la misma recomendación por el poseído ya que estos dos remedios son muy eficaces para conseguir el auxilio divino y expulsar demonios. Conviene también que el propio fiel vejado haga para sí también lo mismo si la salud se lo permite y tiene disposición para ello y que además confiese y comulgue muchas veces a la consideración de su confesor y que descubra todas sus tentaciones al exorcista; y que cuando es exorcizado, se recoja dentro de si, se vuelva a Dios y con fe le pida con humildad la salud, si esto es conveniente para su salvación; y que tenga mucha paciencia cuando con mas vehemencia fuera atormentado, sin desconfiar nunca de la divina misericordia.
El exorcista debe tener a mano y de forma visible un Crucifijo, reliquias de santos recogidas y cubiertas y que podrá aplicar con reverencia en el pecho, cabeza o vientre del endemoniado pero mirando siempre que las cosas sagradas no se traten indignamente, y cuidando que el demonio no les haga ninguna injuria. Por peligro de irreverencia, no se pondrá el Santísimo Sacramento sobre la cabeza ni se le acercará a otra parte del cuerpo.
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