Política eclesial de encubrimiento - Armando Maya Castro
Armando Maya Castro
Una vez más vuelvo a escuchar el discurso clerical del pasado, el de siempre. Ese que articulan varios jerarcas católicos, comprometiéndose a proteger a los menores de edad de los curas pederastas, depredadores sexuales que han sumergido a la Iglesia católica en una crisis de grandes proporciones. Ahora el que habla es el cardenal estadounidense Sean Patrick O'Malley, quien ha declarado que para la Iglesia católica la seguridad y protección de los niños será prioritaria.
Para tratar los casos de curas pedófilos, O'Malley recomienda imitar a la Iglesia de Estados Unidos, el país con más casos de pederastia clerical. Estos abusos le han costado millones de dólares a varias diócesis estadounidenses, entre ellas la de Boston, que llegó a un "acuerdo de pago de 10 millones de dólares a 86 víctimas del cura John Geoghan, acusado de haber abusado de 130 menores y ya encarcelado por otro caso de pederastia", refiere el escritor Jesús Feijóo Domínguez.
La difusión de estos casos en el vecino país del norte comenzó en la década de los años ochenta. Sin embargo, fue a principios del año 2002 cuando salieron a la opinión pública en Estados Unidos revelaciones de innumerables casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes católicos. Desde entonces, los jerarcas del catolicismo han prometido que habrá tolerancia cero con los curas pederastas y que tomarán medidas para proteger de la peligrosidad de éstos a los niños católicos, algo que hasta el momento no ha ocurrido.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, encargada de conocer los casos de pederastia sacerdotal, fue instruida por el papa Francisco a proceder con determinación en lo concerniente a los abusos sexuales. Pese a que la línea adoptada por Jorge Mario Bergoglio es clara y subraya la necesidad de promover "medidas de protección a los menores y una mayor cercanía y ayuda a las víctimas de abusos sexuales", algunos obispos católicos insisten en proteger a los curas.
Los casos que mencionaré enseguida prueban que las promesas de acabar con la política de encubrimiento de curas pederastas no se han cumplido, al menos no del todo. El obispo de la ciudad argentina de Goya, Ricardo Faifer, entregó el título de propiedad de una camioneta como fianza para liberar al cura Domingo Pacheco, que permanecía encarcelado desde 2011. Osvaldo Ramírez, la víctima denunciante, criticó fuertemente la excarcelación de Pacheco, enviando al Papa una carta bajo el siguiente título: "Francisco echó a pedófilos de la Iglesia y acá, en Corrientes, los cuidan".
Otros jerarcas han ido más lejos, llegando a culpar a los niños de los excesos de los sacerdotes pederastas. Me refiero, evidentemente, al arzobispo de Varsovia, Jozef Michalik, quien apoyó hace algún tiempo a un párroco condenado por abuso sexual. Tras revelarse una serie de casos de pederastia clerical, que involucra a varios clérigos polacos, entre ellos a Josef Wesolowski, ex nuncio apostólico en República Dominicana, el también presidente del Episcopado Polaco sugirió que los verdaderos culpables de ser abusados por los sacerdotes son los mismos niños, ya que algunos de ellos buscan amor en los curas debido a que provienen de familias divorciadas.
El polaco Michalik declaró a un grupo de reporteros que "un niño de una familia abrumada busca acercarse a otros, pierde el rumbo y hace que la otra persona también lo pierda". Estas declaraciones, que pretendían atenuar la gravedad del delito cometido por los curas pederastas, causaron gran revuelo en Polonia y colocaron al Arzobispo polaco en el centro de las críticas.
Aunque Michalik se disculpó de inmediato, aseverando que sus comentarios fueron un "lapsus" momentáneo, lo cierto es que sus declaraciones exhibieron públicamente a los niños como los responsables de las acciones delictivas de los curas pedófilos. Los niños, hay que decirlo, sólo son víctimas que poco o nada pueden hacer para librarse de las salvajadas de estos criminales con sotana.
A finales de 2007, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, se refirió en los siguientes términos a los niños que han sido abusados por clérigos católicos: "Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso, si te descuidas, te provocan" (La Jornada, 12/28/07).
En su libro "La sinrazón de la religión: liberación a través de una sociedad desacralizada", Jorge Franco escribe sobre esta polémica declaración: "La desfachatez del comentario está en línea con la faena encubridora, que ahora presenta a unos 'indefensos' sacerdotes provocados por la lascivia de precoces jóvenes, incluso, niñas y niños".
A la Iglesia católica no le queda más que admitir que los curas pederastas son los únicos responsables de sus obscenidades. Basta ya de inculpar a los niños, al Internet, a los medios de comunicación, a la revolución sexual, etcétera. Los únicos culpables de tan abominables atropellos son los sacerdotes pedófilos, quienes deben ser tratados no como pecadores, sino como delincuentes que merecen ser castigados con todo el rigor de la ley.
stagduran
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