Benedicto XVI: Una abdicación ejemplar
La abdicación motu propio del monarca más absoluto de Occidente es un rasgo paradójico y admirable por lo republicano y ejemplar en el sentido cervantino del término.
El cardenal Ratzinger tiene fama de gran teólogo, pero se meta o no en "tologías" como diría Sancho Panza, ha demostrado valor e inteligencia para gobernar la complicada Ínsula Barataria vaticana pero también gran lucidez para comprender como el prudente escudero aconsejado por el Don Quijote más sabio cuándo era el momento de retirarse.
Suele ser infundado creer que una persona con una gran riqueza de de conocimientos teóricos pueda por esa sola razón servir para cargos tan importantes en que resulta preciso ejercer de jefe y de organizador. Los grandes teóricos, teólogos en este caso, no tienen porqué ser grandes organizadores, porque una cosa es conocer principios abstractos o manejar erudiciones y otra diferente ser psicólogo, comprender al hombre en su estado natural, muchas veces degradado por las pasiones y los vicios.
Ni aún menos que organizadores, jefes, porque la capacidad de dar formas precisas o bellas a las ideas no es la misma que la requerida para ejercer una jefatura capaz de mover equipos y masas. Una cosa es la propaganda; otra, la organización. Una, los partidarios; otra, los miembros efectivos.
De modo que "bien se está San Pedro en Roma pero...después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me ha entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos".
Uno de sus inmediatos antecesores, el malogrado papa Albino Luciani, tuvo trágica ocasión de comprobar en sus propias carnes las habilidades del siniestro Pedro Recio de Tirteafuera.
Por lo que cabe pensar como Sancho gobernador: "Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad, dejadme que vaya a buscar la vida pasada para que me resucite de esta muerte presente".
Pero forma parte de la tradición republicana asociar el Poder como algo instrumental a la misión y al tiempo tasado de su ejercicio. Ya explicaba nuestro gran Ibn Abentofail que encaja mal el Poder político con el Poder espiritual. La reina de Inglaterra resulta risible como máxima autoridad común espiritual, política y plutocrático-financiera de la isla, City incluida.
En el lejano Tibet anterior a la invasión comunista china el dalai lama y el panchen lama desglosaban roles y poderes. Teocráticos en Potala y espirituales en Tashilhunpo.
La cosa tiene su enseñanza particular para la España desquiciada y arrumbada que disfrutamos. Bien es verdad que la religión oficial cada vez tiene menos verdadera influencia social.
Quedan lejos las palabras del decimonónico Tratado secreto de Verona cuando se solicitaba "el concurso de Su Santidad para avasallar a las naciones, cuyos derechos, difundidos por la libertad de pensamiento y de imprenta, son contrarios a los de los Príncipes".
Ahora, la tradicional Alianza teocrática entre el Trono y el Altar se ha venido sustituyendo, desde la llamada Transición y con la monarquía instaurada por el difunto Caudillo, por otra de remendadas legitimidades entre la Corona y el peculiar socialismo "tente mientras cobro" con la oportuna y eficaz bendición de la prensa "prisaica".
La telebasura sustituye al púlpito y aumenta el descrédito de los monárquicos y católicos que tragan con todo. Que no condenan e incluso disculpan o encubren conductas lamentables sino tremendas que vulneran los supuestos principios que debieran informar ambas históricas instituciones.
Que no exigen coherencia ni invitan a abandonar los cargos a los que degradan su autoridad institucional con conductas inapropiadas o cuando se ven incapaces e mantener la dignidad de las instituciones.
El papa Benedicto les, nos, ha dado una lección moral y cívica. Pero deseamos al papa dimisionario que ya lejos de escenarios truculentos disfrute del regalo de la vida en esta nueva etapa de su biografía que ojalá sea larga y grata.
stagduran
Enviado desde mi iPad