Ayer decía que las aportaciones de los comentaristas ateos suelen resultar muy interesantes. Según la Ley de Murphy, los comentarios de ateos en ese post tendrían que haber sido aburridos e insustanciales, pero no ha sido así.
Al contrario, inmediatamente se ha vuelto a demostrar lo que decía. En el post, se hablaba de los pecados de los cristianos y de nuestra misión de amar a nuestros enemigos. En relación con ello,un ateo, que firmaba como “no hay esperanza”, decía:
“No podéis amar a vuestros enemigos. Nadie puede. Podéis tratar de no odiarlos, podéis tratar de olvidar, pero jamás podréis amar a quien ha intentado destruir vuestra vida. Yo por mi parte trato de hacer el bien en cada momento, sobre todo con mis allegados. No siempre lo consigo, pero creo que es lo correcto.Hoy me ha gustado tu post, aunque te ha salido un poco relativista.Un Ateo.”
Empezaré diciendo que me ha encantado el comentario. Pone el dedo justamente en la llaga. Ytiene toda la razón del mundo: no es posible amar a los enemigos, nadie puede. Suena bonito, pero es algo humanamente imposible, porque lo natural es amar a los que nos aman y odiar a los que nos odian o, en el mejor de los casos, ignorar a estos últimos. Es lo que nos sale de dentro. Pretender otra cosa sería hipocresía.
Como dice nuestro simpático ateo, las personas decentes intentan hacer el bien en la medida de lo posible. Y sobre todo con los amigos, parientes y allegados. E incluso limitándonos a eso, no siempre se puede conseguir, como todos sabemos por experiencia. El mismo San Pablo lo decía: “no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero”.
De nuevo, sin embargo, estamos olvidando algo que es normal que un ateo no tenga en cuenta: El cristiano no espera amar al enemigo por sus propias fuerzas. Ese amor, cuando se da, sólo puede ser un regalo de Dios, una gracia, algo recibido y que no viene de nosotros. No es natural, sino sobrenatural. No es normal, sino milagroso. Es la consecuencia de la revolución que causa el amor de Dios en la vida de los hombres.
No estoy hablando en teoría. Hablo de lo que he visto y experimentado. He visto a una mujer pedir por su marido… y por la mujer con la que se había fugado su marido, dejándola a ella sola con tres hijos. He visto a personas cuyas vacaciones habían sido arruinadas, sonriendo sin protestar contra los culpables. He visto a un grupo cuyo proyecto de millones de euros se había echado a perder por una puñalada trapera, rezando por los que les habían dado la puñalada. He visto responder con bendiciones a los insultos, ceder los mejores puestos a quien no tenía derecho a ellos, saludar con una sonrisa a un enemigo de años, perdonar a abusadores… Y todo ello sin ostentación, con la mayor naturalidad del mundo y por parte de personas debilísimas, porque era una gracia de Dios.
Cuando un ateo me dice que Dios no existe, suelo pensar, entre otras cosas, en el amor al enemigo, porque es una clara muestra de que Dios existe y actúa. Como dice este comentarista,amar al enemigo es humanamente imposible, así que, si los cristianos lo hacen, es que Dios existe y se lo está regalando. Creo porque he visto verdaderos milagros que ha hecho Dios en mi vida y en la vida de personas a mi alrededor.
A fin de cuentas, el que dijo “amad a vuestros enemigos”, también dijo “amaos unos a otros como yo os he amado” y es el mismo que, siendo nosotros pecadores, dio su vida por nosotros. No porque lo mereciéramos, sino por puro amor nuestro. Por eso los cristianos estamos un poco locos, porque hemos encontrado la perla preciosa, el tesoro escondido, el secreto que hace posible lo imposible y que nos permite amar a los enemigos: el amor de Dios que supera toda sabiduría y que se ha manifestado en Jesucristo.
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