El exsacerdote Gonzalo Gallo se ganó la fama de gurú de autoayuda gracias a sus columnas, la Fundación Oasis, que apoya a adolescentes abusados, y a sus 25 libros de superación personal. La popularidad lo convirtió en blanco de chismes, como el de su supuesto matrimonio o continuos romances. Él se defiende como un gallo de pelea.
Gonzalo Gallo colgó los hábitos de la comunidad de los Padres Carmelitas hace más de once años, pero aún así quedan muchas personas que lo siguen llamando el "Padre Gallo", como en la época en que ofrecía misas en los barrios populares de Cali y cautivaba con sus homilías entretenidas. Hoy, de civil, se dedicó a la Fundación Oasis y a redactar libros de ayuda personal, que le permitieron estar más cerca a las filosofías orientales que a la Iglesia católica. Desde antes de renunciar al sacerdocio, Gonzalo Gallo dio muestras de su inclinación a romper paradigmas, con la consecuencia de enfrentarse a una avalancha de críticas. En nuestros días, sigue siendo tan directo y polémico como antes.¿Por qué colgó los hábitos? —Estudié en Roma tres años y vi realidades que no aprobaba. Traté de escamotearlas hasta que sentí que ese ya no era mi espacio. En las iglesias hay mucha luz, pero también hay tinieblas, y por ética tienes que irte si no aceptas ciertas creencias y posturas.
Pero dicen que fue por amor a una mujer… —Por amor a mí mismo, a Dios y a la verdad. No fue para casarme, ni por una relación inmoral, como se dijo para enlodarme. Eso me sacó lágrimas, pero fue bueno porque vivir de una imagen que tenía era alimentar los delirios del ego.
Hasta los chismosos dijeron que usted dejó el sacerdocio porque era gay… —Sí, y me causa risa. Me atrae la mujer y en Colombia florecen inteligentes y hermosas. Respeto a los gays y me alegra que ya los excluyen menos y ellos lo toman con humor. El buen humor es un estupendo aliado en mi vida. Así fue Mandela en su injusta prisión.
¿Tiene novia? —No. Hace once años me retiré y he tenido dos, pero la alquimia no se dio. Eso no me desvela. Soy feliz y no me pesa la soledad. La felicidad no es un edén sin espinas, es asumir todo con amor. En eso mi maestro ha sido Anthony de Mello.
¿Se imaginó rodeado de hijos? —No vine a tener hijos físicos. Lleno ese vacío apoyando gente desvalida, adolescentes violadas y a sus bebés. ¿Novia por venir? Es un albur. La meta de la vida no debe ser casarse y tener hijos: es amarse, amar y evolucionar espiritualmente. Soy autónomo y me sobran las buenas amistades.
¿Es de los exsacerdotes que cuestionan a la Iglesia católica? —No cuestiono. Hay muchos creyentes buenos, otros solo de nombre. La jerarquía de la Iglesia católica está atrapada en una estructura dominada por un ala conservadora que frena cambios necesarios. Pero dices esto y te llaman resentido.
Hay muchos católicos que se han trasteado a las iglesias cristianas. ¿Cómo analiza este fenómeno? —Les admiro su entrega, su oración, su alabanza, su fraternidad, pero me asusta su apego al diezmo, al texto escrito, la sumisión ciega al pastor, que vean a Satanás en todo y el fanatismo excluyente.
En los últimos años, la Iglesia ha estado envuelta en uno de sus escándalos más mediáticos: los sacerdotes pederastas… —Son una minoría, pero es deplorable y evitable. La jerarquía carece de osadía para dejar el celibato opcional como lo hizo Jesús y depurar las vocaciones. Si la Iglesia hace una encuesta para saber cuántos curas viven de verdad su celibato en paz, sin neurosis y sin relaciones furtivas, tendría que cambiar. Pero el grave mal de la Iglesia no es ese, es que la dejó el tren de la historia.
Se habla de la crisis del catolicismo y de la falta de fe. ¿Será que influyen los escándalos de algunos sacerdotes? —En la vida hay el yin y yang, crisis y también un despertar espiritual que para muchos se da sin religión. En todo credo hay vacíos, somos precarios y la perfección solo existe en dos lugares: el cielo y Buenos Aires (risas). Por doquier se siente la sed espiritual.
Cuando se retiró de la Iglesia, ¿se enfrentó a la crisis de fe? —Mi fe es más firme ahora. La religión, o es una relación de amor con Dios y la vida, o se agota en ritos vacíos y creencias sin fruto. Cada día nutro mi alma de muchas formas. Amo a los ángeles y me muevo en un jet-set espiritual con amigos que canalizan mensajes de luz. Es sublime.
¿Qué concepto tiene del papa Benedicto XVI? —Al igual que Juan Pablo II, de quien era su mano derecha, es ultragodo. Pero Juan Pablo era bondadoso y carismático. Este no tiene ángel.
¿Considera que debería haber mujeres sacerdotisas? —Obvio. Hace años hacen el bien en la Iglesia episcopal y en otras, pero dos estigmas de la católica son su clericalismo y un machismo atávico. La mujer es mucho más espiritual que el hombre.
¿Qué añora de la vida religiosa? —No gasto energía vital en la noria de la nostalgia. Lo sabio es amar aquí y ahora: poco pasado y poco futuro, ya que la vida huye en el instante. Antes era feliz, ahora también y más libre.
¿Va a misa los domingos? —Sí, a una misa cósmica con la naturaleza donde está Dios. Soy cristo-budista sin afiliación religiosa y tomo de cada credo lo que me sirve. El mismo día leo la Biblia y a Buda, el Corán o el Bhagavad Gita. Si el agua es pura y calma tu sed, ¿qué importa de qué manantial viene?
¿Se confiesa? —Sí, pero en línea directa con Dios Madre-Padre. Los ángeles atienden en un Spiritual Call Center. Espero que los lectores los busquen con fe y su vida se llene de felices coincidencias. Sin fe tu alma es hermética y únicamente ves espejismos.
¿De qué pecados se arrepiente? —Gracias a Dios de nada bien oscuro. Me cuesta no juzgar, ser paciente, silenciar el ego y no engancharme con lo que te roba la paz, en especial la injusticia.
¿A qué se dedica su Fundación Oasis? —Apoyamos a adolescentes abusadas y a personas en duelo, ofrecemos consejería y damos conferencias cobrando, o gratuitas, sobre todo en cárceles. Ayudamos a los moribundos para que partan serenos, sin los cinco frenos que hacen difícil la muerte: apegos, temores, odios, culpas y asuntos pendientes. Es un servicio que duele, pero hermoso.
¿Aún lo tientan con la política? —Antes lo hacían más. Duele ver gotas de política seria y ríos de politiquería y corrupción. "Los que creen que el dinero puede hacer cualquier cosa, terminan por hacer cualquier cosa por dinero", como dijo Voltaire.
¿Y cómo ve el país? —Colombia es un paraíso mal manejado por dirigentes torpes, con una conciencia de caucho y con medalla de oro en corrupción. Los tienta el dinero fácil. La paz aún está tan lejana como la justicia que la haría posible. La incultura del "vivo" es nuestro tsunami moral.
stagduran
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