El mercadillo de España, un país barato gracias a unos ejecutivos muy caros
España es un país de contrastes, poco amigo del término medio. O somos los mejores del mundo o nos flagelamos al amanecer. O somos la economía que más crece de Europa o la que más empleo destruye del mundo occidental. Alguno recordará que no hace demasiado tiempo, un tipo de León al que el ADN de la inteligencia no le acompañó en su desarrollo profesional proclamaba en octubre de 2007 que el máximo histórico del Ibex 35 demostraba "la fortaleza de la economía española y la solvencia de las instituciones financieras".
Esta semana, los muchachos del Gobierno, en magnífica coordinación, han pregonado que ya estamos saliendo de la crisis. Confiemos en que estén en lo cierto y que su diagnóstico sea mejor que el que hicieron sus antecesores en la Moncloa. El mensaje, como viene siendo habitual en los últimos siglos en este país de aduladores, ha sido aplaudido por la nobleza empresarial, que, cual coro de pelotilleros, ha alabado las medidas adoptadas por el equipo de Mariano Rajoy mientras, al mismo tiempo, aseveran que no invertirán un euro más en España (Acciona, Iberdrola, Endesa, Abengoa, dixit)
El optimismo que han trasmitido ha sido tal que, con un par, hemos pasado de estar en quiebra técnica a dar lecciones de cómo se hacen las cosas. Así, el presidente de BBVA, Francisco González, se atrevió a decir en una entrevista en Expansión que "la banca americana tenía un modelo muy antiguo en comparación con el español" y que su entidad va a modernizar el uso de los arcaicos servicios financieros de la mayor economía del mundo. Una nación donde han nacido los Microsoft, Google, Apple, Citibank, American Express, Bank of America, a los pies del ingenio de la banca española. La cual, por cierto, ha tenido que hacer millonarias provisiones por comprar banquitos en EE UU, pequeño matiz que no contó FG (1.000 millones por Compass) en su ronda mediática. Sin término medio, hemos pasado de estar en quiebra técnica a dar lecciones en Estados Unidos de cómo se hace una banca moderna y tecnológica
El alborozo institucional es de tal dimensión que el Gobierno no se ha cortado un pelo para filtrar y negar convenientemente que somos capaces de parar una OPA de un gigante americano como AT&T sobre Telefónica. Una exhibición de músculo muy absurda si se observa que la multinacional americana vale 139.000 millones de euros, tres veces más de lo que capitaliza la operadora española. Es decir, que si quisiera, engullía a nuestra querida Matilde sin necesidad de tomarse sales de frutas contra la indigestión que supondría comerse una empresa con 51.000 millones de deuda.
Pero, como nos sobra la pasta, han decidido poner murallas contra el capital, como si estuviéramos en los años ochenta y, ya nos gustaría, tuviéramos tesoros que proteger. ¿Alguien cree BBVA y La Caixa iban a poner mala cara a una OPA a 15 euros sobre Telefónica, ahora que los dos bancos necesitan vender y sacar plusvalías de debajo de las piedras? ¿O sobre Repsol, un aprendiz de petrolera cuyo mayor activo es una refinería en Cartagena y que vale cuatro veces menos que British Petroleum y catorce menos que Exxon? Y qué decir del propio BBVA, de Santander o de Iberdrola, cuyo presidente, Ignacio Sánchez Galán, ha arengado a los inversores al asegurar que "España es un país muy barato, vengan antes de que sea demasiado tarde ".
Como si estuviera en un mercadillo de pueblo, el ingeniero de Salamanca, en un acto del famoso Consejo Empresarial de la Competitividad donde se reúnen las empresas que han hecho los mayores EREs de España, emuló a los vendedores ambulantes que gritan eso de "corran, corran, que esto se acaba". Puede hasta que tenga razón y que, haciendo un ejercicio de fe, nuestro país sea una gran oportunidad, motivo por el cual muchos fondos de inversión y grandes fortunas latinoamericanas están husmeando por España en busca de esas gangas. Si empresas como Telefónica, BBVA, Iberdrola o Santander están a precio de ganga es porque la gestión de sus presidentes se ha saldado con una constante destrucción de valor para el accionista
Lo cual lleva a preguntarse por qué somos so cheap, qué se ha hecho para que, la otrora nación de los éxitos, se haya convertido en un mercado de chollos y cuál ha sido la gestión de los directivos mejores pagados del reino. Para las dos primeras cuestiones, las explicaciones pueden ser diversas, las culpas se pueden repartir entre políticos embriagados, ciudadanos codiciosos, empresarios y especuladores varios, con prima o sin ella, según convenga. Para el último asunto, mejor tirar de datos porque el mercado es el mejor y único juez soberano.
Veamos qué ha pasado con las cinco mayores empresas del Ibex, con la excelente excepción de Inditex, el gran ejemplo a seguir. Si Telefónica está barata es quizás porque desde que su presidente, César Alierta, llegó al cargo (verano del 2000) la cotización ha bajado más de un 50%. En el caso de Iberdrola, la gestión de Sánchez Galán (2006) se salda con un retroceso del valor de casi el 30%. La del teknauta Francisco González tiene como bagaje una caída del 52%.desde que se hizo con las riendas del fusionado BBVA en enero de 2000. Los nueve años de Antonio Brufau en Repsol se resumen en un descenso menor del 6%, con dos atenuantes, la desaparición del 25% de las reservas de su antecesor y la expropiación de Argentina. De don Emilio Botín y el Santander no procede la comparación porque lleva toda la vida.
Largos periodos de tiempo para hacer una evolución sosegada, un análisis racional para valorar los elementos positivos y negativos, en los que mientras las acciones tendían hacía abajo, sus sueldos engordaban en ceros ejercicio tras ejercicio, hasta alcanzar remueraciones anuales de hasta 10 millones. Dos curvas opuestas que no han merecido la más mínima autocrítica, ni de la CEOE, ni de la AEB, ni del Consejo Empresarial de la Competitividad. Al contrario, sacamos pecho como si ser barato fuese algo bueno. El que no es optimismo es porque no quiere.
Desde luego que es para congratularse que el dinero de los grandes fondos ponga su mirilla en España, que las cotizaciones empiecen a subir y que las OPAs, amistosas u hostiles, arrecien sobre la bolsa española. Todos los accionistas saldrán ganando, tendrán más billetes en la cartera y, por tanto, podrán consumir más, con lo cual fabricaremos más productos, las ventas aumentarán, las empresas elevarán sus cuentas de resultados y saldremos antes de la crisis. Siempre que, claro está, este gobierno de corte liberal y alma comunista no continué con la trasnochada idea de evitar que una empresa extranjera compre con dinero fresco a una española en horas bajas.
Sean felices
stagduran
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