"Cristo vino y murió por nosotros para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo, y librar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a la esclavitud" (Hb 2,14-15; cf. 1 Jn 3,8). En la traducción española del Padre Nuestro se da fácilmente la impresión de que buscamos ser liberados de algún mal anónimo y abstracto, pues el latín prescinde del artículo determinante, que se encuentra en el texto bíblico original. Tomado al pie de la letra, Cristo nos enseñó a pedir ser librados del Maligno. El texto original griego sólo puede entenderse en un sentido personal como ‘el Maligno’ y no como el mal.
Todos los Padres griegos entendieron el texto en este sentido personal. Acorde con esto, el Catecismo de la Iglesia Católica enseña: "En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El «diablo» [«dia-bolos»] es aquel que «se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo" (CIC 2851). "La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno (Jn 17,15)" (CIC 2850). Luego de que San Pablo pidiera en oración verse "libre de los hombres perversos y malignos" (2 Ts 3,2), nos asegura: "Fiel es el Señor; Él os afianzará y os guardará del Maligno" (2 Ts 3,3).
Por el Maligno han entrado el pecado y la muerte al mundo (cf. Sb 2,24). Él pone todo de su parte para que no alcancemos el cielo. Su derrota quedará definitivamente sellada cuando la Iglesia y la creación sean totalmente liberadas de la esclavitud del pecado (cf. CIC 2852). "Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es el autor o instigador" (CIC 2854).
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