En efecto, debo decir que la primera vez que oí hablar de ideología de género creí que había entendido mal y que me estaban tomando el pelo. No me cabía en la cabeza que se pensase seriamente que, salvo algunos muy raros casos de anomalías físicas o psicológicas, alguien creyese que era posible decidir libremente sobre el sexo y cambiarlo, si así a uno le parece bien
En la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, más conocida como la Ley del Aborto, encontramos estas dos referencias a la ideología de género: “Artículo 5.1. Los poderes públicos en el desarrollo de sus políticas sanitarias, educativas y sociales garantizarán: e) La educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”. “Artículo 8. La formación de profesionales de la salud se abordarácon perspectiva de género”. Si a esto añadimos la declaración de Zapatero que la ley natural es una reliquia ideológica y un vestigio del pasado nos encontramos con un hermoso cóctel contra el sentido común.
En efecto, debo decir que la primera vez que oí hablar de ideología de género creí que había entendido mal y que me estaban tomando el pelo. No me cabía en la cabeza que se pensase seriamente que, salvo algunos muy raros casos de anomalías físicas o psicológicas, alguien creyese que era posible decidir libremente sobre el sexo y cambiarlo, si así a uno le parece bien. Creo por ello conveniente explicar qué es la ideología de género.
La “ideología del género” quiere terminar con la opresión de la mujer por el hombre, considerando al matrimonio monógamo como la principal expresión de esta dominación. Pretende eliminar la idea de que los seres humanos se dividen en dos sexos y defiende la libre elección en las cuestiones relativas a la reproducción y al estilo de vida. Libre elección en la reproducción es la expresión clave para referirse al aborto procurado, mientras estilo de vida mira a la promoción de la homosexualidad, del lesbianismo y de todas las formas de sexualidad fuera del matrimonio. En esta concepción, las diferencias corpóreas, llamadas sexo, se minimizan, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, se subraya al máximo y se considera primaria, hasta el punto de que cada individuo escoge la sexualidad y el modo de vida que más le atrae. La diferencia entre varón y mujer no correspondería, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a la naturaleza, sino que sería mera construcción cultural en la que cada uno puede “inventarse” a sí mismo. El género es producto de la cultura y del pensamiento humano, una construcción social que crea la verdadera naturaleza de todo individuo. Tiene su origen en una frase de Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”: “No naces mujer, te hacen mujer”, completada posteriormente con el “no se nace varón, te hacen varón”. En esta mentalidad, el hombre y la mujer eligen su sexo y lo podrían cambiar, si lo estiman oportuno, hasta el punto, dicen, de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales.
Para esta antropología, que pretende favorecer perspectivas igualitarias, liberándonos de todo determinismo biológico e incluso de la distinción de sexos misma; homo, hetero y bisexualidad son igualmente válidas y tan solo una cuestión de preferencia. El significado del sexo depende de la elección propia de cada uno sobre cómo configurar su propia sexualidad, resultando justificable cualquier actividad sexual, pues cualquier decisión que se tome es buena, salvo la violación y la actitud de aquellos homófobos, es decir nosotros, que no aceptan la permisividad total. No tenemos una sexualidad natural, dicen, sino que es con mi conducta, cuando me creo mi sexualidad. Puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera, pues el fin de la sexualidad es el placer, evitando, eso sí, el embarazo y la natalidad. Pero si esto sucediera, el aborto es un derecho básico de la mujer. Las leyes son la moral del Estado y esto está en las leyes.
Con estos antecedentes, es fácil comprender por qué se puede hacer en lo sexual lo que venga en gana, e incluso que se enseñe a niños y niñas que aprendan a masturbarse y hasta que se acuesten juntos. Lo que no logro entender es si chicos y chicas de doce, trece años pueden hacer esto, e incluso tal vez antes, pues no sé dónde está el límite, ¿qué inconveniente hay en que lo hagan con gente mayor?, pero ¿no es esto dejar la puerta abierta a la pederastia? Con esta ideología entra dentro de la lógica, que también se intente regular los juegos de los niños de Primaria en el recreo, con la excusa que estos juegos no deben ser sexistas. Y es que se trata de una ideología totalitaria, pues quiere imponerse a toda la sociedad no por la fuerza que puedan tener sus argumentos, sino por coacción, combatiendo a quienes no piensan de este modo, y prohibiendo un montón de cosas en nombre de un socialismo que nos dicen es libertad, pero que pone un montón de trabas a todo, incluso a la objeción de conciencia.
Debo decir que ésta es la educación o corrupción sexual que pretende dar nuestro gobierno. Creo que es mi deber alertar a los padres. Si hay algo en lo que estoy equivocado, me gustaría se me explique. Pero me temo que estamos en un caso sobre el que ya opinó San Pablo en la Carta a los Romanos 1,22-26:
“Alardeando de sabios, se han hecho necios y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por eso Dios los ha entregado, siguiendo el impulso de sus apetitos, a una impureza tal que degrada sus propios cuerpos. Es la consecuencia de haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y de haber adorado y dado culto a la criatura en lugar de al creador, que es bendito por siempre. Amén. Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas”.
P. Pedro Trevijano, sacerdote
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