BARBASTRO.- "Para cumplir 100 años, hay que ser buen amigo de Dios", señala José Sanclemente Bernad, natural de Pertusa (2-11-1910) y vecino de Barbastro, donde vive con su hija Encarna. La hija mayor, Victoria, reside en Huesca, pero hoy estará al lado del "abuelo del siglo", para celebrar los cien años en un ambiente familiar.
José aún tiene arrestos para "cantar las 40" en las cotidianas partidas de guiñote, en el Hogar de Mayores, y para subir hasta Vinos Murillo a comprar vino a granel. "El clarete es de tonel y lo bebo en porrón hace años, mejor que en vaso".
Se ha convertido en el cliente más antiguo del veterano establecimiento, donde se conserva el sabor de la tonelería, agradable para el abuelo José, porque le recuerda viejos tiempos, propios de quien ha sobrevivido a "dos años de guerra civil en aquella montaña". Con el recuerdo a su mujer, Encarnación Urfanel Arias, celebrará el cumpleaños el domingo próximo con Misa en la Catedral, de donde es feligrés habitual.
De la Misa a la mesa para comer al lado de su numerosa familia formada por las hijas, Victoria y Encarna, ocho nietos y diez bisnietos. Estos días atrás, cuenta su hija que le ha notado "inquieto por las fechas y mirando la hoja del calendario muchas veces, como si contara los días hasta la fecha". La inquietud es normal. "¡Hombre, cien años no se cumplen con facilidad!", dice en clave de buen humor y en voz alta, propia de quien es "un poco sordo".
Afirma que tiene "problemas de vista", pero se defiende bien como veterano jugador de guiñote, de los que pega puñetazo en la mesa cuando canta las 40 a sus compañeros de partida. "No pensaba yo llegar a los cien años, de ninguna manera, después de pasarme dos años y medio en una guerra, parte de ella en aquella montaña donde nos encorrían para pasar a Francia", recuerda con buena memoria.
"Claro que estoy contento de cumplir 100 años… Si llegan, ¿qué vas a hacer, no te parece ... pero no contaba de ninguna manera llegar a este tiempo -continúa-. Se ve que con Dios somos buenos amigos, voy todos los domingos a Misa a la Catedral. Bueno, llegaremos hasta donde se pueda pero, vamos, no querría muchos más… ¡A marchar como se pueda!". Respecto al secreto de la longevidad centenaria, suelta: "¡Ah, eso es cosa de Dios!... No pensaba llegar ni a los 60 años y aún cobro de pensionista".
José conoce bien la ruta urbana por su zona. "Antes de la Guerra íbamos con mi padre a vender aceite de casa María, de Barbastro, por Almudévar y muchos pueblos". Al regreso de la contienda, trabajó de jornalero labrador donde había faena y le llamaban. Recuerda aquellos tiempos "difíciles para mantener a la familia", sin más nostalgia que el pasado. Ahora disfruta de tranquilidad y come bien. "No me quejo, eso sí, en la mesa que no me falte el porrón con vino clarete. Se bebe mejor en alzada, ¿no te parece . La hija me cuida muy bien".
A diario, sale a darse una vuelta por la calle de Barbastro, solo, sin prisas, a veces con destinos concretos. "El día que necesite ayuda para bajar al Hogar y subir a Casa Murillo, mejor que me dejen en casa. Hasta ahora me defiendo bien con la gayata". Se levanta tarde, a las 11 horas. "Me voy de paseo hasta la hora de comer, a las dos, y por la tarde al Hogar. A veces me llaman para jugar una partida de guiñote y me sabe mal no ir".
Opina que la ciudad está "bastante bien" y, aunque no conoce mucho al alcalde, considera que trabaja. "Me gusta saber lo que pasa, pero no crea, con casi cien años tampoco es cosa de romperme la cabeza… ¡Eso para la gente joven!" Felicidades, abuelo.
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