A las 6:36 AM, por Luis Fernando
Hay un obispo emérito español que se ha caracterizado en los últimos años por hacer declaraciones y escribir artículos en los que defiende con energía y garbo la doctrina católica, en especial cuando la misma es atacada por políticos que se las dan de católicos al mismo tiempo que se burlan de la fe y moral de la Iglesia.
Que haya obispos así es algo de agradecer. El problema es cuando uno se entera de que ese mismo obispo miró para otro lado ante la penosa realidad de una buena parte del clero de su diócesis. Es decir, que un pastor que se dedica a pedir coherencia doctrinal y moral a la clase política “católica” no haya hecho lo mismo con algunos de sus sacerdotes, es cuanto menos peculiar.
El problema es que cuando esas cosas ocurren, los fieles sufren. Y algunos sufren tanto que su fe se viene abajo, porque en vez de encontrar apoyo en la Iglesia, lo que obtienen es displicencia, soberbia e incluso desprecio. Hay casos, como el que van a leer ahora ustedes, que claman al cielo. Lo ha sufrido un buen amigo, José Carlos, al que no tengo el placer de conocer en persona pero con el que me he pasado horas y horas hablando por teléfono. La primera vez que supe de él fue hace ya bastantes años cuando yo todavía participaba en un foro protestante intentado defender la fe católica de los ataques de los evangélicos. Allá apareció José Carlos, ocultando su identidad con un nick, soltando bilis contra la Iglesia. Pronto pude ver que lo que había detrás no era tanto una cuestión doctrinal sino personal. No recuerdo cómo llegué a ponerme en contacto con él, pero una vez que lo hice, me di cuenta que mis sospechas eran ciertas. Allí había un alma rota por el dolor de haberse sentido abandonado por la iglesia local a la que pertenecía. Incluido el obispo de marras.
Resumiré su caso en cuatro líneas. Era un hombre felizmente casado y con una hija, que un día se encontró que su esposa se había liado con un cura. Para colmo, la mujer le pide la nulidad y la Iglesia se la concede, aludiendo que él tenía claros trastornos psíquicos, hecho que se demostraba por sus celos hacia dicho cura. A día de hoy, ese cura, a quien el obispo hizo arcipreste a pesar de la denuncia personal que le hizo José Carlos, está secularizado y casado por lo civil con su ex-mujer.
Como ustedes comprenderán, la situación anímica y espiritual de este hombre no es la idónea. Eso no justifica todo su proceder, como yo mismo me he encargado de advertirle en varias ocasiones. Es decir, que te hayan hecho daño no te convierte en santo y tampoco justifica que te separes de la Iglesia. Pero claro, es muy fácil decir eso cuando no se ha pasado en primera persona por el drama de que un sacerdote te robe a tu mujer y la diócesis a la que perteneces te deje tirado en la estacada como un guiñapo.
En la página siguiente copio la entrevista que le hizo un periódico gallego a José Carlos. Entrevista hecha, pero no publicada hasta hoy en este blog. ¿Y por qué no la han publicado? En mi opinión, porque queda en mal lugar el gran santón hereje de la “iglesia gallega”. Que cada cual saque sus conclusiones.
Acabo pidiendo oraciones por la salud espiritual y mental de este buen amigo. El tiempo no siempre cura las heridas. Espero que algún día la Iglesia le reconozca al menos que el proceso de nulidad fue una farsa. Al fin y al cabo, a Dios no se le puede engañar. Las sentencias de tribunales eclesiásticos no tienen vigencia en el cielo cuando se han urdido con malas artes.
Luis Fernando Pérez Bustamante
2 comentarios:
Entre Dios y tu no puede haber otro intermediario que Jesucristo que a la vez es el mismo Dios. La fe no se puede poner en el cura de tu pueblo, ni en el de tu barrio, ni en obispos ni cardenales, la fe solo en Jesucristo que es el amigo que nunca falla y desde luego lo que le pasó a este pobre hombre es para dejarlo traumatizado, sobre todo si era católico y la fe puesta en esta pandilla de desventurados, desvergonzados, gays, soberbios, delincuentes, pederastas y encubridores en lo que gran parte de la iglesia clerical se ha convertido. Todas las palabras de condena que Jesucristo realizaba sobre escribas y fariseos se pueden aplicar a estos clérigos absurdos y aun quedarse corto.
Los maestros de la Ley, son ahora maestros del catecismo, haced cuanto os digan, nunca imitéis lo que ellos hacen.
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