En una ribera del río Amarillo, Wei Xinpeng saca un cigarrillo mientras dirige su mirada sobre las aguas turbias.
El hombre de 55 años de edad, es un barquero, pero su oficio es terrible.
Y es que Wei no busca peces en estas aguas.
En su lugar, saca cuerpos humanos del río, que luego vende a las familias dolientes.
"Le doy dignidad a los muertos", señala Wei.
Para las familias de los desaparecidos, el barquero se ha convertido en la llamada de último recurso.
Cada día, Wei rema hacia una pasarela provisional sobre el río. Es en este punto, en el que los cuerpos no pueden ir más allá.
Desde que comenzó su negocio hace siete años Wei dice que ha recogido cerca de 500 cuerpos.
Algunos de los cadáveres son de personas que han sido asesinadas, mientras que otros se han ahogado o se suicidaron.
No es sólo dinero
Wei comenta que hace seis días recuperó el más reciente.
"Creo que estas personas han fallecido de una manera muy cruel", afirma.
Después de que el barquero recoge los cuerpos, los coloca en una pequeña ensenada donde están a salvo de las corrientes.
Al momento en el que la BBC lo visita, hay cuatro cuerpos, con un aspecto arcilloso, tumbados boca abajo en el agua.
Tras el hallazgo, Wei coloca anuncios en los periódicos locales que describen los cuerpos.
Las familias de los desaparecidos lo llaman por teléfono y algunos viajan a su pueblo con el fin de examinarlos.
Wei los lleva en su barca a la ensenada y les da vuelta a los cadáveres.
Posteriormente, les cobra una pequeña cantidad de dinero para que los familiares puedan mirarle la cara.
Y luego hasta US$500 si quieren llevarse a casa a su familiar muerto.
Wei asegura que ha vendido cerca de 40 cadáveres. En general -dice- las familias no se enojan cuando le pide dinero.
Pero cuando encontró el cuerpo de un oficial, las autoridades comunistas querían que regresara el cuerpo gratis. La situación provocó una discusión, agrega Wei.
A veces, la gente se tensa al ver los cadáveres.
"Una vez, unos padres fueron a buscar a su hijo. Vieron su cuerpo y luego se marcharon sin decir una palabra. No se llevaron su cadáver", explica.
Wei defiende lo que hace. Dice que las autoridades dejarían que los cuerpos se pudran en el río.
A veces recoge los muertos del río y les da un entierro apropiado.
Pero no se trata sólo de una cuestión de dinero. El barquero afirma que también es algo personal.
"Mi hijo murió en este río y no pude encontrar el cuerpo", confiesa.
"Fue muy doloroso. Es por eso que empecé a hacer este trabajo", añade.
Barridos por la marea
Ubicada unos 80 kilómetros aguas arriba, la ciudad de Lanzhou es la fuente principal del comercio de Wei.
Alguna vez fue una capital de provincia afectada por la pobreza. Ahora es una ciudad industrial importante.
Peng Shujia, de 52 años, visitó a Wei después de que su esposa, Han Yuxia, desapareció este verano.
Dice que ella fue a abordar un autobús para visitar a un familiar, pero nunca llegó.
Peng pasa sus días colocando carteles alrededor de la ciudad, desesperado por noticias de su esposa.
El obrero tiene contacto con la policía y puso anuncios en periódicos locales.
Pero no ha habido pronunciamiento alguno y Wei no tenía el cuerpo de su esposa.
"Era una forma de ayudar", expresa, refiriéndose al servicio que presta Wei.
"Pero es difícil encontrar a alguien desaparecido aquí. Es tan caótico. Es casi imposible hacerle un seguimiento a alguien", agrega.
En la humilde vivienda de Wei, el barquero embala sus cosas para el día siguiente.
Y es que Wei ha vivido un momento de cambio notable en China.
Pero cada día en las aguas del río Amarillo ve el lado oscuro del desarrollo - donde en el clamor por el crecimiento económico algunos son arrastrados y desaparecen sin dejar rastros.
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