Un submarino alemán hundió en 1917 el «SS Namur» en el mar de Alborán, donde la Armada acaba de expulsar por segunda vez a un barco sospechoso
Es demasiada casualidad que los cazatesoros sigan visitando el mar de Alborán. ¿Qué han estado buscando ahí en sus continuos rastreos? La respuesta está en los ordenadores, cartas y otros equipos tecnológicos del «Seaway Endeavour», el buque de la empresa Seaway Offshore, que ayer por la mañana seguía registrando la Guardia Civil. Como se recordará, el pasado domingo el barco fue detectado e interceptado por la Armada en la zona contigua de las aguas españolas, a unas 23 millas al sur de Motril y se le ordenó dirigirse al puerto de Algeciras.
ABC ha consultado a expertos para conocer cuáles son los naufragios detectados en esa zona y los indicios apuntan a una posibilidad sobre todas las demás: el «SS Namur», un vapor de 6.700 toneladas que se hundió en octubre de 1917 en el mar de Alborán, torpedeado por un submarino alemán, el U-35. ¿Por qué es el mejor candidato? Porque es de acero (fácilmente detectable) y llevaba carga preciosa.
Un torpedo desde el U-35
Aquel submarino U-35 estaba comandado por un destacado marino, Lothar von Arnauld de la Perière, un capitán condecorado que batió todos los récords. Hundió 193 barcos, además de dos buques de guerra y, como ejemplo, en 1916 destruyó en una patrulla de cinco semanas un total de 54 barcos, utilizando solo 4 torpedos (el resto, con el cañón de 88 mm que portaba en cubierta). Con él tuvo la mala fortuna de cruzarse, el 29 de octubre de 1917, el «Namur». Y no sobrevivió.
Después de recibir un impacto se fue a pique cuando transportaba un cargamento de oro y, según se dice, de diamantes. El «Namur» procedía de Pinang, en Malasia, y se encaminaba a Londres, con escala en Marsella.
Hay varias casualidades que ratificarían esta hipótesis. El barco cazatesoros «Seaway Endeavour», interceptado el domingo, pertenece a una empresa fundada por el sueco Sverker Hallstrom, al igual que el «Seaway Invincible» que fue expulsado por la Armada el pasado diciembre por prospectar en la misma zona. Los barcos de esa empresa, Seaway Offshore, han recalado en Gibraltar repetidamente durante los últimos meses, con excursiones sospechosas a esa zona del mar de Alborán. Una vez sobre el posible pecio, sumergen sus equipos de detección y realizan zigzags a poco más de un nudo de velocidad, peinando el fondo en lo que se denomina «maniobra restringida». Al ser de acero, el «Namur» resulta fácilmente detectable con un magnetómetro.
Además, se da la circunstancia de que Hallstrom Holdings, otra empresa del mismo ingeniero sueco, fue la responsable del hallazgo en 1995 del «Douro», otro vapor hundido en 1882 en el Atlántico con un cargamento de oro y objetos de lujo que acabó en una subasta de Spinck and Son, una firma londinense que pertenecía a Christie's.
Registro de la Guardia Civil
La Guardia Civil sigue la instrucción del juzgado de La Línea de la Concepción, que ha decretado el secreto del sumario. Según algunas fuentes, en el meticuloso registro al que someten al barco «Seaway Endeavour» para recabar información, podría haberse encontrado un sónar de barrido lateral y un magnetómetro. El registro se centra en los equipos informáticos y de navegación del buque.
Sin embargo, las aguas españolas están plagadas de naufragios. Y también cabrían otras posibilidades como posible objetivo de los cazatesoros. Nigel Pickford, autor de un compendio de pecios con tesoro que ayudó a Hallstrom a encontrar el «Douro», afirma que en esa zona está también un galeón que él denomina «Torre de Vélez», que se hundió con 80.000 ducados en 1562. El mismo año naufragó toda una flota de galeras, la de Don Juan de Mendoza, más cerca de la costa, junto a Motril. Esas aguas han sido objeto de mil y una batallas a lo largo de la historia naval española: entre ellas, la de 1704, en plena Guerra de Sucesión, apenas una semana después de la invasión de Gibraltar.
Eco de tantas historias resulta el hecho de que en esas mismas aguas Odyssey Marine Exploration estuvo prospectando (aseguraba probar sus equipos) durante más de 6 años antes de expoliar la fragata «Mercedes». Hoy parece impensable lo que ocurrió: se concedían permisos, se miraba a otro lado, porque se suponía que buscaban un barco británico con cobertura del Gobierno de Londres.
Lo que España no conoce
Quienes han podido ver los resultados de esa investigación relatan con asombro la cantidad de patrimonio cultural subacuático detectado por Odyssey entre las más de mil anomalías investigadas. Buques y aviones de la Segunda Guerra Mundial, los restos del destructor «Almirante Ferrándiz» hundido en 1936, decenas de jabeques, pecios púnicos y africanos, naves berberiscas, incluso un jet clavado por el ala de babor en el lecho marino. Todo ese conocimiento hurtado por la incuria mantenida durante años no lo tiene España, no lo investiga aún España.
Quienes denunciaban aquella situación en los años de Odyssey, como Javier Noriega, de Nerea Arqueología (Málaga, premio europeo de empresa socialmente responsable en 2009), celebran la reacción actual de la Armada, la Guardia Civil y los juzgados, pero recuerdan con amargura cómo informaron entonces a las autoridades competentes sobre la presencia de los cazatesoros en nuestras costas. Y no olvidan que esa investigación sobre lo que hicieron aún está pendiente de resolución. «¿Se imaginan al «Endeavour» recibiendo ahora permisos durante seis años para registrar nuestro patrimonio?», se pregunta Noriega. Pues es lo que pasó con Odyssey. Quienes como él tienen conocimiento de la riqueza cultural de nuestras aguas celebran la gran victoria que supone esta nueva mentalidad.
Todo parece indicar un cambio proporcional en la respuesta. Cuando en diciembre de 2012 fue interceptado el «Seaway Invincible», la Armada se limitó a expulsar de nuestras aguas al barco sospechoso. Poco después, en enero, hubo otra denuncia de actividad de barcos asociados a la firma, como informó en su día José María Lancho, abogado especializado en patrimonio subacuático. Solo fueron objeto de seguimiento. La insistencia de los cazatesoros, al volver el pasado domingo con el «Seaway Endeavour», demostró su resolución para probar hasta el límite la respuesta española. Solo el caso Odyssey y el interés creciente de la sociedad civil por luchar contra los cazatesoros han permitido esta nueva política.
Las claves
Mar de Alborán
Las naves de Seaway Offshore han vuelto al mismo lugar donde investigaba Odyssey Marine Exploration tras recibir insólitos permisos (2000-2007).
Registro
Tras expulsar a la primera nave en diciembre de 2012, se registra ahora la segunda que volvió para prospectar en el mismo lugar y comprobar qué están haciendo.
Señales
La señal para los cazatesoros es clara: nunca serán bienvenidos a nuestras costas, si se arriesgan en uno de los mares más vigilados del mundo.
Asignatura pendiente
Además de este alarde de defensas contra los cazatesoros, España está impelida a estudiar con decisión el patrimonio sumergido en sus aguas y el resto del mundo, a través de proyectos concretos, pues junto a Portugal fundó la primera navegación global de la historia.
Contrastes
Llama la atención la información que tienen las empresas cazatesoros de nuestras costas y fondos, fruto de la incuria de décadas. Como contraste, otros países europeos avanzan. El viernes abre el nuevo Museo del «Mary Rose» en Portsmouth.
stagduran
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