El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
Mateo 24:35.
Si oyereis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones.
Hebreos 3:7.
pero mis palabras no pasarán.
Mateo 24:35.
Si oyereis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones.
Hebreos 3:7.
Durante los intensos bombardeos que azotaron a Varsovia en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, todas las vidrieras de una librería cristiana se hicieron pedazos. Todas, salvo una: la que llevaba la siguiente inscripción: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Esta declaración del Señor Jesús, hecha a sus discípulos casi veinte siglos antes, era así renovada para todos los que pasaban frente a dicha librería devastada durante ese período dramático.
A aquel que hasta entonces había descuidado las advertencias de Dios, este versículo del Evangelio le recordaba la urgencia de aceptar a Jesús como su Salvador personal, antes de que tuviera que entrar en la eternidad, lo que podía producirse en cualquier instante.
A aquel que había dado el paso de la fe y por eso había recibido el perdón de Dios y la certeza de la vida eterna, ese Dios lleno de solicitud le recordaba que él seguía siendo el Dios soberano, todopoderoso, capaz de protegerlo, como lo había hecho con esa vidriera. También le recordaba que si su vida terrenal llegaba a su fin, Dios estaría a su lado durante ese pasaje hacia una vida infinitamente mejor, y que podía apoyarse en las promesas divinas como por ejemplo las del Salmo 23.
Cualesquiera sean las circunstancias de nuestra vida, estemos seguros de que los planes de Dios y sus promesas se cumplirán. Él merece toda nuestra confianza.
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