Mensaje de la Iglesia Católica para el domingo trigésimo primero del Tiempo Ordonario
El “Día de la salvación” fue un tema predilecto para Lucas, desde Zacarías con el nacimiento de Juan, el Magníficat de María, el mensaje de los ángeles de Belén y los apóstoles de la resurrección y Ascensión.
PBRO. EMILIO BETANCUR MÚNERA - Especial para EL MUNDO
Jesús está pasando por Jericó. Se dirige a Jerusalén, 23 kilómetros, una ciudad llena de palmeras y un agradable oasis con tres pozos; ciudad residencial de frontera entre Judea y Perea pagana. Está a trescientos metros bajo el nivel del mar. Sus calles están llenas de aduanas y cobradores de impuestos. Uno de los cobradores es Zaqueo, empleado por la ocupación romana, de fama no muy buena por trabajar en la aduana.
Zaqueo, por su oficio y sobre todo por su manera de ejercerlo, se encontraba en situación de rechazo de sus paisanos por enriquecimiento ilícito.
A pesar de todo él quería ver quien era Jesús. No se hubiera subido a un sicomoro si no hubiera vislumbrado en Jesús la oportunidad de dejar de ser corrupto.
Lucas cuenta que antes también se le habían acercado a Jesús cobradores de impuestos para ser bautizados: “Maestro ¿qué debemos de hacer? El les contestó: Dejen de recolectar más de lo mandado por la ley” (Lc 3,12-13).
“Zaqueo comprende que no puede seguir sirviendo a Dios y al dinero, optando definitivamente por Jesús. A eso obedece el afán de restituir a quienes pudo haber engañado en su profesión”.
Fue Jesús quien miró y encontró a Zaqueo en el árbol y le dijo: “Zaqueo, baja porque hoy quiero estar en tu casa”. Aquel fue el día de salvación para Zaqueo.
Zaqueo es el único reconocido en la historia bíblica como el jefe recaudador de impuestos; como quien dice el jefe de la corrupción. Lucas precisa un poco más diciendo que era rico. Aunque todo publicano lo era por el oficio de recaudar impuestos, Zaqueo era el más rico de todos ellos.
Un hombre tenido por inocente y justo (significado de Zaqueo), con una vida holgada por práctica de la corrupción, puede decirse que era bajo de estatura por su pequeñez moral y existencial. Insatisfecho de su ilegalidad como Pablo lo estuvo de su cerrada legalidad, quiere conocer a Jesús, pero a su baja estatura se suma el obstáculo de la gente.
Se acabó la restitución
No dejamos de incomodarnos cuando encontramos la gratuidad que Jesús utiliza con gente que nosotros conocemos y que han tenido una historia parecida a la de Zaqueo. Somos hijos del mérito religioso, de la cristiandad, y no de la gratuidad salvífica en la fe.
En Zaqueo la gracia fue la conversión inesperada e inmediata. “La mitad de mis posesiones, Señor, se las daré a los pobres”.
Zaqueo comprende que no puede seguir sirviendo a Dios y al dinero, optando definitivamente por Jesús. A eso obedece el afán de restituir a quienes pudo haber engañado en su profesión. Les pagará cuatro veces más lo exigido por la ley.
Zaqueo cumple la exigencia de seguimiento de Jesús: “Si quieres ser perfecto ven, vende todo cuanto tienes y dáselo a los pobres” (Mt 19,21).
Quien se ha beneficiado del fraude debe primero hacer la restitución de acuerdo con la ley, luego darles a los pobres lo que le ha quedado.
Zaqueo nos puede servir de ejemplo para algo perdido para la moral cristiana: La restitución, sin restitución no hay solidaridad.
Conversión casera
Lo ocurrido en Jericó es un preaviso a lo que pasará en Jerusalén, por ser un resumen de todo el evangelio de Lucas.
Así como los templos bellos, las capillas tranquilas y las catedrales majestuosas no son los únicos sitios para encontrar a Dios; la salvación, como en el caso de Zaqueo, se puede encontrar en nuestras casas. No son pocos los convertidos que se han hecho hijos de Abraham en sus propias familias con sus bienes personales o de herencia. Se convirtieron por haberse encontrado en la casa con “El que ha venido a buscar lo que estaba perdido”.
¡A cuanta gente, de nuestra familia, que quisiera conocer a Jesús o está en su seguimiento la tratamos como hicieron los habitantes de Jericó con Zaqueo!
“Desgraciados ustedes escribas y fariseos, hipócritas, Ustedes cierran a la gente el Reino de los Cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían hacerlo”, comenta Jesús en el Evangelio (Mt. 22, 13).
Zaqueo agradece compartiendo
Estamos llamados, como Zaqueo y los griegos (Jn 12), para que otros incluso muy cercanos a nosotros se sensibilicen en buscar a Jesús.
Jesús repara toda la injusticia que hemos cometido porque solo el amor sana las heridas, borra las cicatrices, matiza los defectos, borra los incidentes que empequeñecen nuestra vida, como obra mágica de las manos de quien restaura.
Al encuentro con Jesús, Zaqueo comprendió que los grandes ídolos construidos fabricados, vendidos o comprados con plata ajena, y en su caso de impuestos, no son más que castillos de pólvora o casas construidas sobre arena; grandezas que por ser obtenidas con plata ajena hay que bajarse de ellas, después de que Jesús nos diga: “Zaqueo baja porque hoy me hospedaré en tu casa”. Zaqueo agradece compartiendo.
En Jesús Zaqueo distingue a los pobres y víctimas de sus abusos. Su ánimo de restitución y generosidad son para su vida la mayor fuente de gozo y alegría.
Zaqueo primero buscó a Jesús sin poder encontrarlo; cuando Jesús lo encuentra, lo mira lo acoge; Zaqueo cae en cuenta del abuso con los pobres y los reconoce para restituirles más de lo que les había quitado.
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