Monja y madre por 'regalo de Dios'
La maldita gastroenteritis fue también la presunta causa a la que sor Roxana atribuía los fortísimos dolores que hace 11 días, el 15 de enero, comenzó a sufrir en el estómago. Unos retortijones tan fuertes que, sin decirle una palabra a las otras discípulas de Jesús, la monja salvadoreña decidió llamar al 118, el número de las urgencias sanitarias, y solicitar ayuda. «Tengo un terrible dolor de estómago, por favor mándenme lo antes posible una ambulancia».
Unos minutos después una ambulancia se detenía en via Belvedere, la calle de la residencia para ancianos en la que vivía y prestaba servicio sor Roxana. Pero en cuanto la monja se subió al vehículo y los médicos le realizaron un primer examen, no tuvieron la más mínima duda de que los dolores no estaban causados por una gastroenteritis, sino porque estaba de parto. Sor Roxana se indignó: «¿Pero cómo voy a estar encinta? ¡Soy una monja!», exclamó.
Tan convincente resultó la religiosa que el parte médico escrito en la ambulancia recita: «Dolor de estómago, probablemente a causa de un cólico renal». Si, si, cólico renal... Cuando la sor llegó a urgencias del hospital San Camillo de Lellis, siempre en Rieti, bastó una simple ecografía para dejar claro el motivo de sus males: estaba embarazadísima. Tanto es así que tres horas después daba a luz mediante un parto natural a un niño de tres kilos y medio, sano y despierto. La monja ha decidido llamarlo Francesco, en honor del Papa, y Alessandro de segundo.
«No sabía que estaba embarazada», sigue insistiendo sor Roxana, que tomó los votos (incluido el de castidad y el de obediencia) el 26 en septiembre de 2012, tras 10 largos años de preparación entre noviciado y votos temporales, y cuya historia con tintes de telenovela ha dado la vuelta al mundo. Al fin y al cabo no todos los días una monja se pone de parto y da a luz a un bebé.
Pero, como cabía esperar, la pregunta del millón es la identidad del padre de la criatura. Sin embargo, la monja está poniendo aún más celo en tratar de preservar su intimidad. Nada más ingresar en el hospital San Camillo de Lellis ya le pidió al director del centro, el doctor Pasquale Carducci, que la pusiera a salvo de cualquier intrusión externa prohibiendo taxativamente que nadie que no fuera el personal sanitario pudiera verla. Hasta se le prohibió la entrada a una de sus hermanas religiosa que trataron de visitarla. Y cuando este jueves sor Roxana abandonó el hospital logró dar esquinazo a los varias cámaras que trataban de conseguir una imagen de ella. La monja salió camuflada, vistiendo una camisa y unos pantalones azul oscuros, como los que llevan las auxiliares de enfermería del centro. Y en cuestión de unos segundos desapareció en un Ford Station Wagon conducido por un hombre. Podría ser el marido de su hermana, que también vive en Rieti y está casada con un italiano.
«¿Pero por qué todo este escándalo? No lo entiendo», ha declarado la monja, que insiste en que no tenía ni idea que estaba embarazada y que ya ha anunciado que colgará los hábitos para dedicarse al niño. «En estos momentos me siento más madre que monja», ha sentenciado. «Por supuesto que me voy a dedicar a mi hijo, es un regalo de Dios».
Sor Roxana, de hecho, no ha vuelto al centro para ancianos en el que vivía con otras seis religiosas de su misma orden. Según fuentes del hospital, se ha trasladado a una residencia para jóvenes madres en dificultad. Se ha llevado con ella la ropita para el bebé, los baberos, los gorritos y los pañales que otras madres del hospital y algunas enfermeras le han regalado, porque la monja llegó con las manos vacías a dar a luz. Y también el dinero que recogieron para ella con una colecta.
Respecto al padre... Dicen que es un salvadoreño, un viejo amor de juventud al que la monja habría encontrado en la primavera pasada, cuando regresó a su país para renovar su pasaporte --su documento de identidad la señala como estudiante--. El viaje cuadra con la fecha del embarazo, que se habría producido entre marzo y abril. La última dirección que tuvo Roxana allí estaba en Zacatecoluca, a 55 kilómetros de la capital. Sus padres, que no quieren hablar del bochornoso asunto, viven ahora en San Vicente.
«Ha sido un revival, un regreso a un ardor juvenil», ha asegurado don Benedetto, director de Caritas diocesana. «No ha sabido resistirse a la tentación», en palabras de sor Erminia, su madre superiora.
stagduran
Enviado desde mi iPad
No hay comentarios:
Publicar un comentario