Carmen Rigalt: "Si el Rey persiste en su empeño de divorciarse, debería apearse en marcha y dejar paso al siguiente"
Hay jornadas en las que la actualidad tiene tantos frentes que los espacios de opinión de la prensa de papel ofrecen una variada gama de temas tratados, en su mayor parte con columnas que merecen la pena ser leídas. El 17 de abril de 2013 encontramos articulistas que escriben sobre el atentado de Boston, en muchos casos dejando negro sobre blanco obviedades pero en otros con textos realmente valiosos y otros que se centran en el pésimo papel de las televisiones ante el ataque terrorista en al ciudad estadounidense. También vemos quienes tratan asuntos relacionados con la Casa Real, la familia Pujol o la Justica.
Empezamos en esta ocasión en La Vanguardia. El periódico del conde de Godó y Grande de España metido a independentista ha publicado dos artículos especialmente interesantes. El primero de ellos, firmado por Víctor Amela, trata sobre la cobertura que dieron las televisiones españolas al atentado de Boston y lleva por título El informativo ha muerto:
Las cadenas generalistas, las grandes, sean públicas o privadas, mantuvieron la inercia de sus programaciones habituales mientras la explosión de Boston electrizaba las redes sociales. Podría escandalizarme -sobre todo de que TVE esté mirando para otro lado, distraída en querellas intestinas-, pero no merece la pena: son paquidermos que deben rellenar varios formularios para mover una emisión, una cámara, una imagen, un equipo informativo.
Los informativos hace tiempo que son una rama del espectáculo, un plato precocinado: un desfile de lencería fina, las proeza del semental Furaco, cuatro desastres meteorológicos y los entrenamientos del Barça y del Madrid. De las tal y cuarto a las tal y media. Y a correr.
Añade:
Del súbito suceso de Boston, un ciudadano pudo el lunes estar informado cabal y cumplidamente sin necesidad de tener cerca la pantalla de un televisor. La televisión falló, fallaron las grandes. No así las modestas, las pequeñas, las cadenas que caben en un plató, como 8tv -el programa 8 al dia, con Josep Cuní, rápido y resolutivo-, o como las tertulias deportivas de Intereconomía ( Punto pelota) o Marca TV ( Futboleros), que supieron cambiar el tercio y conectar con buena voluntad y agilidad con testigos presenciales, y ofrecer imágenes de primera mano.
Resulta lógica que Amela elogie a 8tv, puesto que es la televisión del Grupo Godó, y a su presentador estrella. Pero, reconozcámoslo, tiene un mérito añadido que destaque el buen papel jugado por los espacios deportivos de Intereconomía y Marca Tv, sobre todo si se tiene en cuenta que la primera de estas suele causar urticaria entre el nacionalismo catalán y la segunda tiene como uno de sus dos propietarios al 50 por ciento (el otro en Mediapro) a Unidad Editorial, que tampoco es del gusto de esos mismos nacionalistas.
Concluye:
La agilidad y la inmediatez son el valor que anhelamos hoy: las cadenas pequeñas y el Twitter lo satisfacen. No así las cadenas elefantiásicas, que acaban convirtiendo el televisor en un mueble de adorno en el salón cuando pasa algo. Mi abuelo veía el parte, mis hijos se informan por internet. Y yo me pregunto si alguien se entera de algo en TVE, más allá de lo que quieren Soraya o Dolores.
Pilar Rahola, con la que este humilde lector de columnas discrepa en muchas cuestiones y a la que no duda en criticar cuando considera que se lo merece, resulta una autora brillante cuando trata determinados temas. Por ejemplo, nadie puede negar su compromiso frente a los totalitarismos, sean estos de ultraizquierda, extrema derecha o fundamentalistas. Y no sólo se implica, sino que lo hace con argumentos brillantes, bien fundamentados y excelentemente presentados. Su artículo El mal existe, es uno de los mejores que se ha escrito en España en relación con el atentado en la línea de meta del Maratón bostoniano.
Es clara y directa desde el principio:
No tengo una concepción buenista del mal, al estilo de que no hay buenos o malos, que todo es gris y etcétera. Elie Wiesel explicó cómo lo había visto en los campos de exterminio y legó al mundo una afirmación rotunda: "El mal existe". Y si la naturaleza humana es capaz de arañar los rincones más insospechados de la ciencia, o de adivinar el alma de la belleza, también es capaz de concebir la maldad más pura.
Todo el artículo es brillante, pero sólo señalaremos aquí algunas otras partes:
Boston, como última estación del mal. No sabemos todavía si los atentados tenían el aliento de dioses locos o el estigma de ideas infernales, o ambos, pero los ha movido el mismo instinto asesino.
Concluye:
No soy capaz de percibir ningún tipo de humanidad en estos cerebros que contemplan la grandeza de la vida y deciden sustituirla por la oscuridad y la tragedia. Me da igual qué ideas los han embrutecido, qué idioma hablan, a qué dios rezan o si no rezan a ninguno, en qué país han nacido, qué educación han tenido. Nada. No quiero saber nada de sus biografías. Sólo deseo que los cojan, los encierren en una prisión y tiren la llave. Porque sí, el mal existe, y el lunes hizo parada en Boston. Descansen en paz las víctimas.
Sobre la misma cuestión, el atentado, resulta también muy recomendable el artículo en ABC de Alfonso Rojo, El imperio del mal:
Lo esencial no son las bombas, las redes de apoyo o la financiación oculta. Ni siquiera el odio ciego de los fanáticos. La clave del terrorismo es el miedo.
Añade:
Son muchos los convencidos de que el mundo es un lugar más peligroso ahora de lo que era antes de la invasión de Irak, de la guerra en Afganistán y de la caza y ejecución sumaria de Osama bin Laden. Y de ahí a concluir que el uso de la fuerza contra los facinerosos aumentará su agresividad y las probabilidades de que los países occidentales sufran atentados, sólo hay un paso.
Finaliza:
Es pronto para sacar conclusiones sobre la carnicería perpetrada en la meta del maratón de Boston. No sabemos todavía quiénes son los autores o qué desquiciado pensamiento palpita tras el crimen. Es lógico que nos estremezca la visión de los inocentes muertos, mutilados y cubiertos de sangre, pero sería insensato concluir que la forma de evitar barbaries similares es el apaciguamiento. Como subrayó Obama, los responsables deben ser encontrados y castigados. Sin contemplaciones y sean quienes sean.
También en el diario madrileño de Vocento, Jaime González escribe sobre Oriol Pujol en Juego de patriotas:
En una interpretación laxa -y no exenta de coña- del concepto de hurto famélico, Oriol Pujol declaró ayer que participó en el diseño del sector de las ITV en Cataluña «por interés del país». O sea, que lo hizo por hambre identitaria y utilizó su peso político no para lucrarse él y sus amigos, sino para servir a la nación catalana. Desde un punto de vista estrictamente jurídico, los argumentos de Oriol Pujol pueden resultar estrafalarios, pero no es descartable que el proceso soberanista alumbre un Código Penal catalán en el que los «pata negra» del nacionalismo puedan dedicarse al tráfico de influencias siempre que lo hagan por la patria.
Concluye:
Quién sabe si ese «interés de país» que esgrimió ayer como eximente es el germen de un hipotético Estado de Derecho catalán en el que, en virtud de los servicios prestados, unos pocos tendrán asiento reservado por encima de la ley. El problema de Oriol es que mientras saciaba su «hambre identitaria» se daba de bruces con el Código Penal español. Su imputación no ofrece dudas: «Se aprovechó de su peso político con el objetivo de obtener un beneficio económico, para él y/o para sus amigos y colaboradores». Supongo que pensó que como el Estado catalán no estaba todavía maduro, lo mejor era llevárselo -presuntamente- crudo.
Y también sobre el hijo del doble catalán del Maestro Yoda escribe Federico Jiménez Losantos en De la Pantoja a Oriol Pujol, donde compara el comportamiento de los jueces según quién sea el imputado.
A mí me hubiera dado igual que en vez de condenar a 24 meses de cárcel a Isabel Pantoja la hubieran condenado a 24 meses y un día, línea sutilísima que implica entrar o no entrar en la cárcel. Lo que no me da igual es que el juez correspondiente convierta un juicio en un espectáculo de escarnio populachero que parece expresamente diseñado para la telebasura.
Ese género de la lectura pública y televisada tendrá base legal pero supone un trato tan distinto para unos ciudadanos que se convierte en agravio. Sólo recuerdo un precedente en la teatralización de un fallo: el de Gómez Bermúdez en la infame sentencia del 11-M, numerito del yulbrinner malagueño que además tergiversó y manipuló a gusto de PSOE y PP las conclusiones de la sentencia misma.
Concluye:
Ayer, a la vez que la Pantoja, Oriol Pujol entraba en un juzgado de Barcelona por el caso de las ITV. Y aunque increpado por unos pocos detrás de una pancarta, la Policía mantenía la distancia de seguridad exigible entre el imputado y la plebe. ¿Por qué en Cataluña hay cautela policial, cuando no bochornosas atenciones de jueces y fiscales en favor de los presuntos de la dinastía pujoliana, mientras Andalucía se convierte en medieval plaza de ahorcamientos y quema de brujas? Cuando Urdangarín declara, el juez y la Policía se cuidan de que nadie lo toque, y me parece muy bien. Pero a la Pantoja un día le arrancan el vestido y otro le tiran del pelo y acaba desmayada. ¿Por qué esta diferencia de trato entre Lola Flores y Pujol, entre la Pantoja y la Infanta? Me temo que porque para eso está el CGPJ.
En el mismo periódico, Carmen Rigalt publica Divorcio a la italiana, cuyo protagonista es precisamente un romano de nacimiento al que los cortesanos gustan de llamar 'el primero de los españoles' (título que por otra parte comparte con el 'hombre de Atapuerca'.
Raúl del Pozo, entregado últimamente al deporte de abrir la caja de los truenos, deslizó en su majestuosa columna un guiño de enterado: a comienzos de la legislatura, dijo, el Monarca le comunicó a Rajoy su intención de divorciarse. Luego Raúl siguió hablando sobre los papeles de Bárcenas como si no pasara nada.
Añade:
El Rey, que siempre ha hecho uso de su real gana, se sintió de pronto urgido por la necesidad de regularizar su vida. Esto es, su relación con Corinna, a quien ya había puesto un piso en los jardines de palacio, como un Borbón del XVIII.
Continúa:
Caso de ser cierta la anécdota (¿realmente le estaba pidiendo permiso a Rajoy?) sería interesante saber la reacción del presidente. Circula una versión según la cual Rajoy habría tratado de disuadir al Monarca, pero eso es mucho suponer. Yo tiendo a creer que dijo lo que el cura del chiste a propósito del pecado: que no era partidario.
Rigalt concluye:
Hoy, el Rey ya no está para milongas. Sigue siendo dueño de su vida privada, pero es el Jefe del Estado y su carta de libertad constituye material muy sensible. Caso de persistir en el empeño de divorciarse (¿para contraer matrimonio con una señora a la que todos consideran un peligro público?), debería apearse en marcha y dejar paso al siguiente.
En La Razón encontramos una columna de la única persona capaz de competir con Luis María Anson --Anson: "La infanta Cristina ha trabajado tanto que ha tenido poco tiempo para estar enterada de las presuntas trapisonderías su marido Iñaki Urdangarín http://www.periodistadigital.com/periodismo/prensa/2013/04/09/luis-maria-anson-victoria-prego-rosa-montero-esparza-infanta-cristina-rey-urdangarin.shtml -- por el título de Cortesano Periodísitico Mayor del Reino. Nos referimos a Carmen Enríquez, que en esta ocasión publica Recupera la confianza del Rey.
Aunque el Rey haya desaprobado algunas de las actitudes mantenidas por su hija en el desgraciado asunto del «caso Nóos», la reacción de Don Juan Carlos al producirse la imputación de la Infanta ha dejado claro que por encima de los desencuentros está su condición de Jefe de la Casa Real y su obligación es la de auxiliar a una Infanta en momentos tan críticos como los actuales.
Dice Enríquez:
No hay que olvidar que la Infanta Cristina estuvo donde tenía que estar cuando su padre fue operado de la espalda en el pasado mes de marzo. Es decir, en la clínica, haciendo piña con su familia, la Reina, su hermana Elena y los Príncipes, esperando que la intervención terminara y los doctores les informaran del resultado de la intervención.
Vamos, que ahora la infanta merece nuestro aplauso por comportarse como lo hace cualquier hija cuando su padre está hospitalizándole.
Concluye celebrando, y tratando de convencernos de que es algo positivo, que le hayan encontrado un oportuno empleo a Urdangarín en un país gobernado por un petromonarca medieval amigo de Juan Carlos I:
La posibilidad de que Urdangarín forme parte del equipo que entrena al equipo qatarí de balonmano abre un pequeño resquicio de esperanza para él y su familia. No se trata de eximirle de su responsabilidad ante la Justicia, sino de proporcionarle un trabajo digno y honrado mientras todos esperamos que se cumpla lo que dijo el Rey a los españoles: que la Justicia es igual para todo.
Pues si la Justicia fuera igual para todos, a Urdangarín le hubieran quitado el pasaporte para que no pudiera salir de España. Y menos para ir a un país con el que no existe convenio de extradición. Un nimio detalle que Enríquez desconoce o prefiere desconocer.
stagduran
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