Munilla mete el dedo en la llaga en el caso Bolinaga
Javier Lozano
José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, ha vuelto a meter el dedo en la llaga y durante la homilía de este domingo habló sobre el caso del etarra Bolinaga con la claridad que le caracteriza. Y lo hizo además en el santuario de Aránzazu, símbolo del nacionalismo político y eclesial vasco, durante la tradicional fiesta de la patrona de Guipúzcoa que se celebró ayer.
El obispo vasco utilizó la homilía para hablar de "los problemas que convulsionan nuestra sociedad" y como primer y principal tema habló de ETA y su entorno haciendo una especial mención a las víctimas del terrorismo.
En este sentido, Munilla aseguraba a la comunidad franciscana de este santuario y a los fieles que acudieron a esta fiesta que "este verano hemos seguido con tristeza la polémica suscitada en torno a la excarcelación de los presos de la organización terrorista ETA, aquejados de enfermedades incurables o terminales".
Como es costumbre, las palabras del obispo no habrán gustado a los sectores más complacientes con ETA. De este modo, afirmaba que "en primer lugar, me parece necesario denunciar que quienes han hecho y siguen haciendo de este principio humanitario un instrumento de reivindicación política sin condenar los atentados que se han cometido; humillan a las víctimas, dificultan la aplicación de estas medidas y, en definitiva, instrumentalizan el sufrimiento y los mismos principios humanitarios para evadirse de la autocrítica que tienen pendiente".
Sin embargo, Munilla también quiso hacer otra reflexión sobre si son "conformes con el sentir cristiano y con la misma ética determinadas expresiones" como "¡que se mueran en la cárcel, que se lo tienen bien merecido!". Y de nuevo aquí tuvo palabras de cariño y de reparación a las víctimas tras años de olvido por parte de los anteriores pastores de la Diócesis como Setién y, en menor medida, Uriarte. "Somos conscientes de que, en algunos casos, detrás de esas reacciones laten heridas pendientes de sanación y reparación, causadas por gravísimas injusticias. No olvidemos que tenemos todavía un gran déficit en el acompañamiento a las víctimas del terrorismo, que sufren las consecuencias del horror que padecieron", aseguraba este joven obispo que rompe así con la línea de sus predecesores.
Pero esto no quita para que Munilla añadiera que "es necesario recordar que el mensaje cristiano es inequívoco: 'no te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (Rm 12, 21)". Por todo ello, agregó que "no es suficiente con derrotar al terrorismo –aunque obviamente es necesario hacerlo- sino que también es importante trascenderlo y superarlo moral y espiritualmente, sin dejarnos atrapar por la espiral de odio que genera".
De nuevo en Aránzazu
José Ignacio Munilla suele aprovechar sus visitas al simbólico santuario de Aranzazu, en el corazón de Guipúzcoa, para hablar de ETA con dureza. Ya el año pasado lo hizo en esta misma fecha cuando pidió a ETA que se disolviera e hizo un llamamiento para arropar a las víctimas del terrorismo.
Este alegato contra ETA lo realizó al tiempo que a las puertas del santuario se concentraban los familiares de presos de la banda encabezados por Martín Garitano. Mientras el obispo exigía el fin de ETA desde el ambón, Bildu intentaba boicotear el acto dejando claro que Munilla no se ha dejado instrumentalizar por este sector de la sociedad vasca.
Odiado por el sector nacionalista
Desde que fuera nombrado para sustituir a Uriarte al frente de la Diócesis de San Sebastián, Munilla se ha encontrado con la oposición frontal de una parte de su clero y de una mayoría de la clase política, desde el PNV al entorno proetarra.
De hecho, al hacerse oficial un nombramiento que estaba cantado y que suponía una ruptura total durante décadas. En su primer día en la Diócesis gran parte de la curia presentó su dimisión y el sector más nacionalista hizo una campaña de desprestigio contra él encabezada precisamente por un franciscano de Aránzazu.
Desde entonces las aguas andan menos revueltas en San Sebastián y Munilla poco a poco va haciéndose con una diócesis complicada marcada por la secularización y por la tradicional relación de parte de la iglesia vasca con el entorno proetarra.
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