Renatino de Pedis fue sepultado en una capilla porque fue considerado entonces un «gran benefactor de pobres»
Italia es el país de los misterios. Uno de ellos, incomprensible y escandaloso, es que un capo mafioso estuviera enterrado en una basílica romana, por ser considerado un benefactor.
Enrico de Pedis, conocido como Renatino, dirigió en los años 80 la banda de la «Magliana», famosa por sus fechorías y crímenes. En un ajuste de cuentas con otros miembros de la banda, Renatino de Pedis fue acribillado a balazos cerca de la céntrica plaza romana de Campo de Fiori, en 1990.
Después de ser enterrado en el cementerio de Verano, fue trasladado a la basílica de San Apollinare, lugar reservado para sepultura de personajes ilustres y santos. Justo todo lo contrario que Renatino. Pero fue su mujer la que se movió para realizar ese sorprendente cambio, con la excusa de que había destinado dinero para obras de caridad.
Así lo reconoció el entonces rector de la basílica, obteniendo además la conformidad del cardenal vicario de Roma Ugo Poletti: «De Pedis ha sido un gran benefactor de los pobres», escribió el rector. Su mujer pagó 20.000 euros y, desde el 24 de abril de 1990, el jefe mafioso descansa en una capilla de la basílica.
Crece el escándalo
Con el paso del tiempo, el escándalo ha ido creciendo y se ha convertido en una situación embarazosa e insostenible para el Vaticano.
En los últimos meses la polémica ha aumentado, porque en el año 2009 algunos miembros arrepentidos de la banda de la «Magliana» afirmaron que Renatino de Pedis estuvo implicado en la desaparición de Emanuela Orlandi, la hija de un empleado vaticano, desaparecida sin dejar rastro desde 1983. Su hermano se ha manifestado últimamente ante la basílica de San Apollinare pidiendo justicia.
Ante las fuertes presiones de la familia Orlandi sobre la opinión pública y las autoridades vaticanas, con la movilización incluso de algunos políticos, el Vaticano ha decidido con las autoridades italianas que los restos mortales de Renatino de Pedis hagan el camino inverso. Dentro de unos días, el jefe mafioso dejará la «indigna sepultura» en la basílica y volverá a ser enterrado en el cementerio de Verano.
El párroco de San Apollinare espera así liberarse de una pesadilla, porque cada día debe soportar a turistas y curiosos que se acercan para hacer una foto. Se habrá recuperado así la dignidad y el decoro.
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