Cardenal Mauro Piacenza: "Yo recuerdo y me vuelvo a enamorar de Dios"
(José Manuel Vidal).- Es, sin duda, el principal líder de los llamados "conservadores creativos" y papable con garantías. Mauro Piacenza, prefecto del Clero auna seguridad doctrinal, con afabilidad personal y creatividad pastoral. En vísperas del Día del Seminario, el 'jefe' de los más de 400.000 curas del mundo concede una entrevista exclusiva a RD. Se reafirma en la necesidad de mantener el celibato obligatorio, reconoce la "altísima vigilancia" eclesial ante los casos de pederastia y ofrece la receta de "la oración y la fraternidad" a los curas desilusionados y tristes. "Yo recuerdo y me vuelvo a enamorar de Dios", asegura feliz con su vida sacerdotal.
El 19 de marzo se celebra el día del Seminario en España, ¿qué consejo le daría a los sacerdotes españoles?
El cuidado de las vocaciones es la medida real de la pasión por la propia y personal llamada y, en definitiva, la pasión por la Iglesia y por Cristo. La "jornada del seminario", que se vive en muchas Naciones, debe ser la ocasión para subrayar durante el transcurso del año, aquello que es la labor y la solicitud de toda la existencia sacerdotal: Edificar la Iglesia y, de esta manera, apresurar el adviento del Reino de Dios, que en Ella ya se encuentra auténticamente realizado, pero todavía no perfecto en su plenitud. Me parece muy significativo que la jornada del Seminario en España se celebre en la Solemnidad de San José, Protector y Custodio de la Iglesia. En el fondo, cada Sacerdote y cada futuro sacerdote ha sido llamado para proteger, amar y custodiar la Iglesia, como hizo el castísimo Esposo de la Virgen María.
Bajan las vocaciones en España y aumentan los sacerdotes extranjeros, ¿'la salvación' para los países del Norte puede venir del Sur?
¡El mismo Cristo "viene del sur"! En la Iglesia son convocados "hombres de toda tribu, de todos los pueblos, lenguas y naciones", por tanto, en aquella unidad espiritual, que desciende del Espíritu Santo y de la fe común auténticamente vivida, no existe ningún estupor si se vive un misterioso cambio de dones entre Iglesias de nueva evangelización e Iglesias más antiguas. El resultante necesario es una notable prudencia en el discernimiento. En este campo, la mínima superficialidad puede llegar a ser muy dañosa. Ciertamente, cuanto puede servir de ayuda en una situación de "emergencia" no debe convertirse en una caída de atención y de tensión a favor de las vocaciones, sino que debe estimularla. Así lo ha recordado recientemente el Santo Padre: "El gran sufrimiento de la Iglesia hoy en día en Europa y en Occidente es la falta de vocaciones sacerdotales, pero el Señor llama siempre, lo que falta es la escucha". Nosotros hemos escuchado su voz y debemos permanecer atentos a la voz del Señor también para los otros; ayudar para que exista la percepción y, de esta manera, sea escuchada y se abra una vía a la vocación de ser Pastores con Cristo.
Como Prefecto del Clero, dirige usted un ejército de 400.000 sacerdotes. Eso es algo de lo que muy pocas instituciones en el mundo pueden presumir.
Ciertamente la Iglesia no es una "institución del mundo", sino que es de origen divino. La Iglesia tiene ciertamente una dimensión humana, análogamente a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, pero Ella es de origen sobrenatural, guiada por el Espíritu y sólo el Espíritu permite cumplir encargos en sí mismo inauditos e indispensables. Es siempre necesario redescubrir la dimensión sobrenatural de la Iglesia y su consecuente resistencia a ser reducida a meros esquemas mundanos. Después es necesario recordar que no existe ninguna institución como la Iglesia, que tenga en gran consideración la libertad personal y la voluntaria adhesión a Ella, determinada por la adhesión a Cristo. En esta libertad y total entrega de sus miembros y de sus sacerdotes reside la verdadera fuerza, también mundana, de la Iglesia.
¿La falta de vocaciones puede paliarse con el celibato opcional o con el acceso de la mujer al sacerdocio?
Desde los últimos cincuenta años es casi una moda agredir cíclicamente el celibato eclesiástico. En algunos ambientes es fácil intuir que se trata de una verdadera y propia estrategia. Contrariamente, la Iglesia es plenamente consciente de la extraordinaria riqueza de ese don, que Dios le ha hecho; ciertamente no es sólo una ley eclesiástica. Es una normal consecuencia particularmente acorde a la identidad del sacerdote y de su ser configurado a Cristo, totalmente entregado a la obra de la redención. Personalmente pienso que el debate sobre el celibato deba mirar a la profundización de las razones y del reforzamiento de la convicción de que no es un obstáculo a un nuevo florecer vocacional, sino, al contrario, es una real condición de su posibilidad. No es desfigurando un rostro como se puede conocer, sino, al contrario, mirándolo en su plenitud y en su esplendor. Y no debemos traicionar a los jóvenes bajando los ideales; sino que debemos ayudar a los jóvenes a que los alcancen. La cuestión del Sacerdocio de las mujeres fue definitivamente cerrada por el Beato Juan Pablo II con la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis, aunque alguno hace ver de no saberlo.
¿Se ha superado en la Iglesia católica, con el aliento del Papa, la lacra de las 'manzanas podridas' del clero?
La firme intervención de Benedicto XVI de "hacer limpieza" en la Iglesia goza de una plena y convincente unión con todos los más estrechos colaboradores, siendo yo mismo motivado profundamente. Ciertamente es necesario estar siempre vigilantes porque no se termina nunca de "hacer limpieza", simplemente porque nunca se termina de convertirse, y la lucha contra el pecado durará hasta la consumación de la historia. Ciertamente la vigilancia es altísima y estoy convencido de que hasta que no se eliminen los abusos de fe y litúrgicos será muy difícil descubrir otros abusos. El hombre es uno y la integridad debe ser plena, primeramente de fe y, consecuentemente, de moral. Si es débil en la fe, ¿cómo puede encontrar motivaciones válidas?
¿Cuál es la receta para que los sacerdotes tristes recuperen la ilusión?
No tengo "recetas" preconfeccionadas. Ciertamente dos dimensiones me parecen irrenunciables en la vida sacerdotal: La oración y la fraternidad. La primera nos pone continuamente en contacto con Dios y con el origen y la razón de nuestra existencia y de nuestro ministerio; la segunda es condición imprescindible de una experiencia existencial auténticamente humana, en la que la comunión y la fraternidad son signo de la nueva vida que Cristo ha inaugurado. ¡Es la Apostolica vivendi forma!
¿Cómo debe ser la relación de los obispos con sus sacerdotes?
De la misma manera que ya dije en otras ocasiones; el Obispo debe ser padre, hermano y amigo. Padre: Debe tener un gran sentido de responsabilidad y de guía, de saber acoger y, donde sea necesario, de control y de corrección. El Obispo debe ser hermano, debe compartir la fe, el deseo de santificación, la solicitud pastoral. En el respeto del diferente encargo que Dios y la Iglesia le han dado, el Obispo sabe ser hermano entre los hermanos y tiene también el derecho de gozar de la fraternidad presbiteral.
El Obispo está llamado a ser el Rostro amigo de Jesús para sus sacerdotes, en referencia a la Doctrina a enseñar, a la Liturgia a celebrar y al modo paterno y con autoridad para guiar al Pueblo santo de Dios al único Señor del tiempo y de la historia.
Después de tantos años de sacerdocio, ¿se sigue sintiendo seducido por Dios?
Por gracia de Dios, sí. Es más, en la vida sacerdotal, cada día es nuevo y cada día el Señor reserva algo grande. Si somos realistas y honestos con nosotros mismos, todos entendemos que el don del sacerdocio florece en nuestras manos día tras día, año tras año y, después de muchos lustros, se presenta con toda su belleza, como nunca hubiéramos podido imaginar el día bendito de nuestra ordenación. En tal sentido suelo vivir la dimensión del recuerdo, que llega a ser memoria: Yo recuerdo y me vuelvo a enamorar de Dios.
Algunos titulares
El cuidado de las vocaciones es la medida real de la pasión por la Iglesia
Cada sacerdote ha sido llamado para proteger, amar y custodiar la Iglesia, como hizo el castísimo Esposo de la Virgen María
¡El mismo Cristo "viene del sur"! Como las vocaciones actuales
La Iglesia no es una "institución del mundo", sino que es de origen divino
Sólo el Espíritu permite cumplir encargos en sí mismo inauditos e indispensables
La Iglesia se resiste a ser reducida a meros esquemas mundanos
Desde los últimos cincuenta años es casi una moda agredir cíclicamente al celibato eclesiástico
El celibato no es un obstáculo a un nuevo florecer vocacional
No debemos traicionar a los jóvenes bajando los ideales; debemos ayudarles a que los alcancen
La cuestión del Sacerdocio de las mujeres fue definitivamente cerrada por el Beato Juan Pablo II
No se termina nunca de "hacer limpieza", pero la vigilancia es altísima
Hasta que no se eliminen los abusos de fe y litúrgicos será muy difícil descubrir otros abusos
Oración y fraternidad, recetas para que los sacerdotes tristes recuperen la ilusión
El Obispo debe ser padre, hermano y amigo de sus sacerdotes
La lucha contra el pecado durará hasta la consumación de la historia
El don del sacerdocio florece en nuestras manos día tras día, año tras año
Yo recuerdo y me vuelvo a enamorar de Dios
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