Una variante de este gen controla la producción de dopamina y propicia las infidelidades
Excusa número 137 para justificar una infidelidad: no fui yo, fue culpa de mis genes. En concreto, del DRD4. Y más preciso aún: una variante de este gen. El argumento difícilmente servirá al amante infiel para eludir las consecuencias de sus actos, pero desde el punto de vista científico es, aparentemente, impecable.
Un estudio de la Universidad Binghamton, perteneciente a la Universidad del Estado de Nueva York, ha detectado que aquellas personas propensas al adulterio y la promiscuidad poseen esta variedad del gen DRD4, que las hace más inclinadas a engañar a sus parejas con aventuras sexuales de una sola noche.
El estudio, publicado en la revista médica plosone.org, se realizó a partir de las encuestas realizadas a 181 voluntarios de esta universidad, a los que se les sometió a un exhaustivo cuestionario sobre sus hábitos sexuales. Después, se tomó a todos ellos muestras de su ADN. De esta forma, se comprobó que los que tenían cierta variante de este gen eran más proclives a las relaciones sin compromiso y al adulterio.
Según los responsables del estudio, dirigido por el catedrático Justin R. García, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Binghamton, esto supone la evidencia genética de que existe un vínculo entre esta conducta y la genética, ya que el gen DRD4 influye en la actividad cerebral y a partir de ahí en las decisiones que toma el individuo.
Según el estudio, la motivación para disfrutar de un acto sexual de una sola noche se genera en este centro de placer, donde se genera la dopamina. Este mismo gen es un viejo conocido, ya que, en otra de sus variantes, es también el responsable de las adicciones al juego y al alcohol, según explicó García.
¿Es posible resistirse?
Tal y como explican los autores del estudio, la motivación para ser infieles a la pareja procede de un sistema de placer del cerebro que hace liberar dosis de dopamina. Sin embargo, no todos los que poseen esta mutación del gen son incapaces de guardar fidelidad a su pareja. ¿Por qué, por tanto, unos sí y otros no? Porque, evidentemente, en esta decisión también influyen otros muchos motivos personales de cada individuo.
Lo único que ha constatado el estudio es que entre aquellos hombres y mujeres que poseen esta variante la tasa de adulterio es más alta que en el resto, aunque resistirse a su influencia y vencer la tentación es posible. Con ello, aunque válida en parte desde el punto de vista científico, la estrategia de culpar al tal DRD4 no servirá de nada en un proceso de divorcio.
2 comentarios:
A partir de ahora según estos científicos ateos un pecado menos de que confesarse. Rebájame un poco el DRD4 que parece que me voy del ala.
Eso solo demuestra que el pecado del adulterio se hereda por carne y sangre, como muchos otros y que ya sabemos.
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