De cierto os digo,
que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
Juan 12:24.
que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
Juan 12:24.
En los evangelios hallamos varios pasajes que mencionan la soledad del Señor Jesús. Una vez mandó a sus discípulos que entrasen en una barca para ir a la otra ribera, en tanto que Él subía solo al monte para orar. A veces debía retirarse a fin de hallar tiempo para la comunión con su Dios y Padre. Si Él como hombre perfecto lo hacía, ¡cuánto más nosotros! La tranquila comunión con Dios nuestro Padre, «estar solos con el Señor», es indispensable para el bien de nuestra vida espiritual.
El versículo del encabezamiento alude a otra soledad del Señor Jesús: su vida perfecta no habría podido salvar a nadie. Era necesario, pues, que pasara por la cruz y la muerte, para que los pecadores pudiesen ser salvos y alguna vez llenar la casa del Padre. Nuestro Salvador murió y resucitó verdaderamente, y de esa manera llevó un rico fruto para Dios.
En Juan 16:32 vemos al Señor poco antes de ser maltratado y escarnecido por sus criaturas. Entonces dijo a sus discípulos: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Fue doloroso para el corazón del Señor ver a sus amigos huir en Getsemaní. Sin embargo, cuando sus enemigos se apoderaron de Él, sabía que el Padre estaba con Él. Finalmente, el Señor atravesó la más terrible etapa de su vida: las tres horas de tinieblas, durante las cuales estuvo solo para cargar con el juicio del Dios santo contra el pecado.
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