José Manuel Vidal - Periodista y escritor, es uno de los vaticanistas más reputados en España
"Benedicto XVI es muy conservador, pero realista; está preparando el terreno para grandes cambios que vendrán con la llegada del siguiente Papa"
SANTIAGO ROMERO - A CORUÑA –Algo se mueve en la actualidad en el Vaticano...
–Sí, que una institución inamovible, especialmente en el ámbito de la moral sexual, conceda aunque solo sea un pequeño paso, como es el caso del preservativo, significa que algo está cambiando en Roma. Hay dos novedades históricas, una es la del preservativo y otra, que es la primera vez que un Papa anuncia en vida que renunciaría si se encontrase mal.
–Benedicto XVI es un Papa contradictorio al que resulta difícil etiquetar.
–Es un Papa muy conservador, pero con gestos realistas. Ha diseñado el pasado reciente de la Iglesia en sus 25 años como mano derecha de Wojtyla; ve perfectamente el complicado presente y prepara a la Iglesia de cara el futuro. Estaba obligado por la edad a ser un Papa de transición y sin embargo quiere convertir su pontificado en una especie de interregno que deja a la Iglesia en la rampa de lanzamiento para el próximo Papa. Está pagando en sus carnes todas las asignaturas pendientes del anterior pontificado, sobre todo en temas como la pederastia o escándalos como el de Marcial Maciel.
–¿Estas novedades parten de Ratzinger o de un entorno más amplio?
–De Ratzinger. Nunca estuvo el gobierno de la Iglesia tan personificado. Es el gran Papa intelectual y encarna absolutamente todo el poder y la estrategia no sólo ideológica sino práxica. Nunca hasta ahora hubo un Papa con una Curia con menos poder. Se está rodeando de sus amigos teólogos.
–En el caso del escándalo de Maciel hay acusaciones de soborno que apuntan a tres poderosos personajes de la anterior Curia: Sodano, el secretario de Wojtyla y el español Somalo. ¿Afectó esto a esa purga de la Curia?
–Es evidente. Ninguno de esos tres están ya en la Curia, cada vez han perdido más poder aunque siguen observando cierta prestancia. En la Iglesia no se entierra a los adversarios, a los que han pecado, digamos. Se les orilla. El propio Papa en su libro reconoce en un alarde de sinceridad que el caso Maciel fue encubierto y le llama falso profeta, nunca había visto a un Papa calificar así a un personaje al fin y al cabo religioso. No da nombres, pero todo señala a esos tres como los artífices comprados por la Legión de Cristo para tapar los delitos y porquerías de Maciel.
–Recuerdo una frase irónica atribuida a Juan Pablo II por un jesuita al hilo del relevo de su orden por el Opus Dei en las preferencias de Wojtyla: ‘Para hacer el bien hace falta dinero’. ¿Han perdido peso ahora con Ratzinger estos nuevos movimientos conservadores frente a las congregaciones religiosas?
–En este momento hay al menos un equilibrio. Juan Pablo II se echó con armas y bagajes en manos de toda esa galaxia ultraconservadora formada por Kikos, Opus Dei, o Legionarios de Cristo. Eso conllevó la marginación de las congregaciones religiosas. Yo he oído a alguno de los pocos obispos que hay de procedencia religiosa que el Papa no los quería. Desde que llegó Ratzinger, el péndulo se fue equilibrando: de hecho, su número dos es un salesiano y en la Curia el Opus perdió la portavocía de la Santa Sede, Navarro Valls fue cambiado por un jesuita, Lombardi, y en los dicasterios empiezan a entrar miembros destacados de las congregaciones religiosas. Eso está pasando en el Vaticano y es una línea estratégica clara en el pontificado de Ratzinger. Es verdad que eso no se está plasmando todavía en las curias nacionales. En España, por ejemplo, hay todavía mucho recelo a las congregaciones religiosas, Rouco está todavía en una luna de miel con Kikos, Opus y demás, y los religiosos en España se siguen quejando de la marginación.
–Sin embargo, siempre se ha dicho que existe una gran sintonía entre Rouco y Ratzinger, por su pasado común en Alemania.
–Hay mucho de leyenda en eso. Rouco y Ratzinger no coincidieron en Alemania. El único que puede presumir en España de haber coincidido con él, de ser íntimo amigo y de haber trabajado con él, es el teólogo Olegario González de Carregal. Él sí que está en sintonía de pensamiento con Ratzinger. Es cierto que Rouco se formó en Alemania y habla alemán perfectamente, lo que le da un acceso especial al Papa. Además, Rouco es un cardenalazo y los cardenalazos por muchos cambios que haya siguen teniendo acceso directo al Papa. También es verdad que en este momento a Roma no sólo llega la voz de Rouco. El cardenal Cañizares, el anterior nuncio en España, Monteiro de Castro, y el segundo para la Congregación para la Doctrina de la fe, el jesuita Ladaria, también son oídos en el Vaticano.
–¿Son estos cambios una reacción al bajo momento de la Iglesia, la institución peor valorada por los jóvenes con la clase política?
–Lógicamente. La Iglesia católica se ha dado cuenta de que estamos en un mercado religioso, de que ya no tiene la hegemonía, tiene que competir con otras religiones que ofrecen un producto mejor embalado y más auténtico en algunas ocasiones. Para ello, tiene que detener la sangría actual, que no es el ateísmo, la gente no deja de creer sino que cae en la indiferencia religiosa. Es lo que ellos llaman la apostasía silenciosa. La gente ya no bautiza a los hijos, ya no se casan por la iglesia. Está perdiendo el proceso de socialización, los ritos de paso. La valoración que tenía la Iglesia, ahora por los suelos según los estudios sociológicos, se perdió después de Tarancón, cuando era la institución más valorada. Antes era una autoridad moral por encima de los partidos, propositiva, que no imponía, hasta que Suquía y Rouco deciden romper esa estrategia, bajan a la arena y se mezclan con los intereses políticos del partido conservador.
–Respecto a esos cambios más profundos del siguiente pontificado que estaría allanando Benedicto XVI, ¿afrontarán los dos temas más delicados, como son la ordenación de las mujeres y el matrimonio de los sacerdotes?
–No le cabe la menor duda a nadie. El problema es que van a entrar forzados. No va a llegar porque crean que es lo justo, sino porque se van a ver obligados. La situación de la mujer en la Iglesia es una marginación insostenible que se da de patadas con la realidad y es algo por lo que la sociedad está pidiendo cuentas. La Iglesia entrará en la dinámica de siempre, de arrepentirse y pedir perdón a destiempo. Este Papa dará algún pasito en ese sentido, aunque en estos temas no va a hacer él nada revolucionario, aunque sí está preparando el terreno para el que venga después.
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