La visita de Benedicto XVI a España, la segunda en su breve pontificado, confirma el papel que el sucesor de Pedro, le confiere a España y a los españoles en la lucha en contra del laicismo estatal y la indiferencia religiosa de los europeos. Estos, como todo Occidente, nunca han creado una Iglesia. Su interés mayor siempre ha sido el poder, la economía y últimamente el placer. Lo que les ha llevado a renunciar incluso a sus raíces cristianas, sin las cuales la historia europea habría tenido otro sentido y otros resultados.
España, durante la Reforma encabezada por Lutero – justificado no por lo que propuso sino que básicamente por su crítica a los desenfrenos de la curia romana encabezada por los Papas de su tiempo – aportó a San Ignacio de Loyola, la Compañía de Jesús y a los jesuitas, verdaderos soldados de Cristo, que dieron el pecho en la defensa de la Iglesia. Ahora, la España actual, tiene muy poco que aportar en la tarea que imagina el Papa, destinada a hacer de la patria de Cervantes, la frontera defensiva de un cristianismo que oponga a la modernidad los frenos morales que la Iglesia católica se siente obligada a darle a la comunidad humana. Está más bien, dañada por un catolicismo anticuado, que en la mayoría de los casos se ha quedado respondiendo al anti clericalismo de los años treinta del siglo pasado, cuando esta cuestión es historia antigua, a la cual hay que ver con objetividad para aprender del pasado. Pero no para que ordenen el comportamiento de una Iglesia que debió, hace muchos años abrir las ventanas de las sacristías para que entrara el aire menos brusco de la modernidad por lo menos. Pero en vez de ello, hay allí una Iglesia fundamentalmente inclinada a la derecha, con unos pastores conservadores hasta la brusquedad, que no pueden entender el espíritu moderno de los tiempos que se viven; ni anticipar la siempre menguada voluntad de los seres humanos por la búsqueda de lo nuevo y lo prohibido. El liderazgo de la Iglesia católica española es uno inclinado hacia la inactividad, la oposición y hacia la respuesta conservadora y anticuada. Por ello la jerarquía católica española, representada por el cardenal Rouco Varela, opera desde la defensiva, sin propuestas alternativas, interesada en el ejercicio del no, más que en la oportuna salida alterna. Como dirían los expertos en tauromaquia, a los líderes católicos españoles, en términos generales, les hace falta cintura para echarle el trapo al toro bravo, indócil e irracional de la modernidad que, en efecto, tiene que ser sometido y ordenado. Como todo.
Sin embargo el papa Benedicto XVI, no tiene muchas alternativas para enfrentar esta dura lucha en la que ha terminado acosado por la prensa, los gobiernos socialistas y las fuerzas agnósticas de la población a las cuales el cristianismo, a la manera europea, no les sirve casi nada para sus vidas. Como hombre inteligente sabe que una Iglesia confrontada como la española, sin una reedición del cardenal Tarrancón que sí entendió hacia dónde iba la reforma política necesaria, tiene muy poco que ofrecer como fuerza renovadora. Apenas será tropa de contención inicial, porque aunque no lo quieran aceptar los vaticanólogos la fuerza real del catolicismo no está en Europa, sino que en América Latina, en los Estados Unidos – especialmente por la fuerza de los inmigrantes hispanos que no se hacen evangélicos – y en Africa, en donde el catolicismo tiene la obligación de hacer concesiones teológicas y litúrgicas que permitan una retroalimentación desde el animismo de las religiones tradicionales.
El cristianismo es la religión de la esperanza, del futuro y de la búsqueda del lugar de la llegada. La mayoría de los europeos, exitosos en la creación de un sistema de bienestar desconocido totalmente por sus abuelos, creen que ya llegaron, que no necesitan de la religión; ni mucho menos de su moral para mantenerse con los pies sobre la tierra. América Latina por el contrario tiene un catolicismo – con defectos que hay que analizar en su momento, como su inmovilismo, la tristeza y la adhesión a la muerte por la muerte como instancia de consolación – que puede equilibrar la borrachera individualista europea. Un Papa latinoamericano puede concluir la tarea empezada por Benedicto XVI. Los europeos le escucharan más. Tendrá más fuerza para ejemplificar y más imaginación para que vuelvan a creer.
del Tiempo.hn http://www.tiempo.hn
5 comentarios:
Para entender la actitud de la iglesia, hay que ser creyentes y no incrédulos, sus enemigos no son los hombres sino seres espirituales de inmundicia, demonios y toda suerte entidades oscuras que desean y buscan la perdición del hombre, y su misión es que el hombre se salve.
Por eso el correr de los tiempos y sus modas no va con la Iglesia y por lo tanto es absurdo acusar a la Iglesia de estar anclada en el pasado.
La Iglesia se debe posicionar a favor del pecador y en contra del pecado, el pecador merece compasión y el pecado el mayor de los rechazos pero no puede permitir que el pecado invada a sus miembros hasta el extremo de convertirse en un pecado de idolatría, eso no puede ser aceptable y la iglesia tiene recursos y conocimiento para que eso no suceda, no vale por lo tanto cambiar a sus clérigos pederastas de parroquia.
Como los enemigos de la Iglesia son los demonios y el pecado que procede de los mismos, y estos son intemporales, la iglesia no puede ir con las modas y abrirse a los demonios por mucha presión que haya desde fuera como desde su interior, sus dogmas han de ser inamovibles tanto si nos gusta mas como si nos gusta menos y para que esto, no se nos haga difícil de digerir, nos hemos de convertir ¿a quien? a Jesucristo que es el redentor de la humanidad.
Es importante y necesario, muy necesario, saber como actúan los demonios en el hombre y todo cristiano debe conocer cuanto mas mejor de sus enemigos, sobre todo tratándose de enemigos implacables que buscan su destrucción y la de su Iglesia. Da pena ver a obispos y sacerdotes que no creen en la existencia del demonio, que no creen en el Evangelio, ¿que hacen entonces perteneciendo a la Iglesia? ¿hacer que el enemigo se instale en el interior de la misma? ¿ y que existan áreas de poder "manejadas" por demonios?
La Iglesia requiere una conversión profunda y ha de propiciar que sus miembros, clérigos o no, conozcan a Jesucristo y ese encuentro personal se ha de fijar como el mejor y mas loable de los objetivos, ella debe ir perdiendo terreno para que Cristo sea el que gobierne. La Iglesia es congregación de fieles cristianos, fieles a Jesucristo porque desde esta fidelidad a Jesucristo se puede abordar cualquier cuestión, el ejemplo a seguir es el de Jesucristo y no el de los primeros cristianos, porque siguiendo a Jesucristo no se yerra.
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