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CÓRDOBA

La Mezquita de Córdoba




3 comentarios:

  1. ESTO DICEN LOS CORDOBESES

    Lo que calla el obispo

    HACE años que la jerarquía católica intenta amputar de la memoria colectiva de Córdoba lo que convierte en única y universal a su Mezquita-Catedral. El proceso se endureció especialmente a partir de 2006, fecha en la que coinciden la polémica subasta de las vigas y la inmatriculación a su nombre del monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como The Mosque of Córdoba. Para ello la Iglesia Católica utilizó el artículo 206 de la Ley Hipotecaria, reformado por Aznar en 1998, que la equiparaba a estos efectos con una Administración pública. Algo cuestionable en la dictadura cuando la Iglesia y el Estado eran hermanos siameses. Inconstitucional en democracia. De hecho, la Unión Europea ha recordado por enésima vez al Gobierno que la Iglesia Católica es una entidad privada y como tal está obligada al pago de los millones de euros que debe al Estado en concepto de impuestos. Una deuda mucho mayor desde que la Iglesia Católica hiciera suyos clandestinamente miles de inmuebles por toda España, utilizando el privilegio exorbitante que le concedió Aznar. Este escándalo monumental ha sido denunciado en Navarra, Cataluña, Extremadura, Galicia, Valencia o Andalucía por cientos de ayuntamientos, diputaciones e incluso órdenes religiosas que se han visto privadas de los terrenos y edificios que ocupaban.

    Sin duda, la provocación del obispo es la última pieza en el calculado engranaje de la Iglesia Católica para la apropiación jurídica y moral de la Mezquita-Catedral. Y también, el peor de los fiascos. En la forma, porque resulta infame el uso de la palabra "borrar", impensable en otras bocas más conocedoras de la tradición popular como las de Monseñor Amigo. Y en el fondo, porque desvela una reacción desproporcionada a un ataque inexistente, dañando la imagen de Córdoba a un peldaño de conseguir la Capitalidad Europea. Para colmo, también se equivoca en los argumentos jurídicos: la "consagración" no es un modo de adquirir la propiedad; el uso no condiciona la naturaleza de las cosas; una parte no puede denominar al todo; los bienes de dominio público no se adquieren por la posesión en el tiempo; el municipio jamás perdió las competencias sobre el monumento; y su restauración y conservación la hemos pagado todos los cordobeses, aunque la Iglesia perciba el precio de las entradas en su integridad y desconozcamos cuánto gana con ello. La misma opacidad y el mismo miedo reverencial provocaron que la ciudad perdiera Cajasur.

    Por último, lo que pide el obispo hace tiempo que lo llevan haciendo con nuestro dinero y el silencio cómplice del Ayuntamiento: en las entradas sólo dice Catedral; en los folletos llaman a la Mezquita "intervención islámica en la Catedral"; y en la "catequesis nocturna" se niega la propia existencia del arte islámico y andalusí en la Mezquita. No es gratuito afirmar que sus arcadas son copia del acueducto de Segovia o que el Mirhab se inspira en la Basílica de San Juan Evangelista. Son una prueba más del intento de la destrucción de la prueba. Premeditado. Y fallido: la memoria es más fuerte que las piedras.

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  2. LO QUE DICE EL ALCALDE DE CORDOBA

    NO acabo de comprender la pretensión del obispo de Córdoba de que llamemos catedral a la mezquita, cosa que ignoro si tendrá futuro en el ámbito local, pero que está condenada al fracaso en el resto del mundo. Monseñor Fernández defiende que el recinto es catedral desde hace ocho siglos y le irrita que después de tanto tiempo se le siga conociendo como mezquita. Monseñor no debería sulfurarse: no es un problema de culto, sino de estética. Como antigua mezquita estamos ante un monumento de categoría mundial; mientras que como catedral, la actuación de los arquitectos cristianos estuvo muy por debajo de la construcción musulmana. Qué se le va a hacer.

    Lo que sí es cierto es que el obispo predica con el ejemplo: el folleto que le entregan a los turistas de todo el mundo que visitan a diario la mezquita, previo pago de ocho euros, se llama La catedral de Córdoba, testigo vivo de nuestra historia. Estoy seguro de que los italianos, franceses, españoles y americanos con los que coincidí el pasado lunes en el templo habían acudido a ver la famosa mezquita, como un servidor. El folleto, sin embargo, minimiza la parte fundamental del atractivo turístico del edificio, dedicando sólo dos hojillas a lo que llama "la intervención islámica". Previamente explica que estamos en la iglesia madre de la Diócesis, en donde estuvo la basílica de San Vicente, antes de la intervención islámica.

    Al menos, en el folleto se reconoce que las obras de la capilla mayor, el crucero y el coro estuvieron rodeadas de polémica en el siglo XVI. Y al final, el texto regala otra perla de la misma cosecha: "es la Iglesia, a través del Cabildo, quien ha hecho posible que esta Catedral, antigua Mezquita del Califato de Occidente, y Patrimonio Histórico de la Humanidad, no sea hoy un montón de ruinas". Supongo que el Estado, a través de gobiernos centrales, regionales, provinciales y locales habrá contribuido largamente a este fin. Y también los turistas. Pero, en fin, después de su contribución al triste desenlace de Cajasur, el obispo de Córdoba parece haber encontrado otro símbolo aleccionador. Y a lo mejor no es el último.

    Por lo demás, Córdoba está espléndida y radiante. Y llena de banderolas sobre 2016.

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  3. Hasta ahora lo mas sonoro de las "cualidades" de algunos clérigos había sido la pederastia, Gabriel Amorth asegura que entre los clérigos de la iglesia también había satanistas, no es de extrañar que aparezcan también las aves de rapiña, en realidad para triunfar en el clero esta es una cualidad determinante, las arcas de la Iglesia hay que mantenerlas llenas sobre todo en tiempo de crisis y así aparecen los que quieren quedarse con herencias, con universidades y hasta con la propia Mezquita.
    Como dicen ahora ¡Que fuerte!

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