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lunes, 22 de noviembre de 2010

Palabras

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno, se le permitía sentarse en su cama cada tarde durante una hora para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. 
Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos 
charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus 
hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, los 
lugares donde habían estado de vacaciones, etc. Y cada tarde, 
cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, 
pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía
ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, 
en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las 
actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un 
parque con un precioso lago, patos y cisnes que jugaban en el agua, 
mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes 
enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores 
del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver 
en la distancia una bella vista del final de la ciudad. Mientras el 
hombre de la ventana describía todo ésto con detalle exquisito, el 
del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la 
idílica escena.

Una tarde calurosa el hombre de la ventana describió un desfile que 
estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, 
podía verlo con los ojos de su mente, exactamente como lo describía 
el hombre de la ventana con sus mágicas palabras. Así pasaron días 
y semanas.

Una mañana, cuando la enfermera de turno entró al cuarto para 
bañarlos, encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que 
había muerto placidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y
llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo. Tan 
pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser 
trasladado la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió 
encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la 
habitación.

Lentamente y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para 
lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la 
alegría de verlo él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar
por la ventana al lado de la cama... y se encontró con una pared 
blanca. El hombre le preguntó a la enfermera qué podría haber 
motivado a su compañero muerto, para describir cosas tan 
maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el 
hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le dijo: 
"Quizás sólo quería animarle a usted".

Es maravilloso el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia 
situación. El dolor compartido hace mínima la pena, pero cuando se 
comparte la felicidad, es doble. Tú y sólo tú escoges la manera en 
que vas a afectar el corazón de otros y esas decisiones son de lo 
que se trata la vida.

Si quieres sentirte rico, cuenta todas las cosas que tienes y que el 
dinero no puede comprar.

"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín 
corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros 
en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde 
ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí 
estará también vuestro corazón" Mateo 6:19-21.

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