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domingo, 17 de junio de 2012

¿Mueren o enloquecen los banqueros de Dios?

Un rosario arrojado sobre el rostro, un cojín para la asfixia y una soga al cuello. ¿Mueren de este modo los banqueros que sirven al Vaticano? Al menos así sucumbía el personaje Keinszig en la tercera parte de El padrino. Y al igual que en la película, el personaje del inquietante político Lucchessi se asemejaba a Giulio Andreotti, aquel Keinszig era el sosias —incluso físicamente— del banquero Roberto Calvi, cuyo cuerpo apareció ahorcado en el puente Blackfriars (Frailes negros), de Londres, adonde había huido en junio de 1982. Calvi era el director de una entidad cuyo principal accionista era la banca del Vaticano, el Banco Ambrosiano de Milán, que quebró con un agujero de 1.300 millones de dólares.
El denunciante de Calvi fue el banquero Michele Sindona, miembro de la Propaganda Due, la logia P2 de la masonería, conectada a la mafia. Calvi había distraído fondos en paraísos fiscales caribeños y con el hundimiento del banco se había esfumado también dinero lavado de la mafia y de la P2, a la que Calvi también pertenecía. Sindona murió años después en prisión, en 1986, envenenado, mientras cumplía cadena perpetua por el asesinato de un abogado. Antes de que Calvi huyera de Milán, su secretaria privada, Graziella Corrocher, se había suicidado al saltar por una ventana de la quinta planta del Banco Ambrosiano. Y si el ahorcamiento de Calvi fue un suicidio o había sido suicidado es algo que no se aclaró hasta 2007, tras el proceso judicial italiano que concluyó que había sido un asesinato. ¿Había quedado alguien con vida? Sí: la policía intentó detener al arzobispo Marcinkus, presidentes de la canca vaticana, pero se refugió en la inmunidad diplomática del Vaticano y se retiró a Phoenix, Arizona.
Hace unos pocos días, el cinco de junio, otro exbanquero vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, vio llegar a su casa de Piacenza a cuatro policías de paisano y su primer pensamiento fue que se trataba de sicarios disfrazados que venían a liquidarlo. Gotti, de 67 años, había sido cesado fulminantemente el 24 de mayo como presidente del Istituto per le Opere di Religione (IOR), comúnmente conocido como Banco Vaticano. Su junta de gobierno le cesó alegando su incapacidad para el cargo y unos días más tarde, y dentro del marasmo de filtraciones —generalmente contra el cardenal Tarsicio Bertone— del que lleva meses siendo objeto el Vaticano, el ya célebre Vatileaks, el periódico Il Fatto Quotidiano publicaba el sábado nueve de junio tres documentos significativos.
El primero, del siquiatra Pietro Lasalvia, inspector de estrés laboral en el IOR, que describe a Tedeschi como persona presa de disfunciones psicopatológicas. Tras la filtración de su informe, Lasalvia comunicó que el suyo no era un diagnóstico oficial, sino observaciones deducidas tras charlar con Gotti un rato durante el último brindis navideño. Sin embargo, en marzo de este año, cuando la expulsión ya estaba en marcha, redactó su informe en papel con membrete oficial y con terminología científica. Iba dirigido al director general del IOR, Paolo Cipriani, contrario a la gestión de Tedeschi. El jesuita Lombardi, portavoz de la Santa Sede deploró la «desagradable e incorrecta» publicación del informe siquiátrico. En definitiva, Gotti no está muerto, pero había sido declarado mentalmente perturbado. 
Los otros dos documentos que publicó Il Fatto aquel sábado eran también elocuentes. Dos miembros de la junta de gobierno del IOR enviaban sendas cartas al secretario de Estado del Vaticano, Bertone, en el que informaban de su inminente voto de censura a Tedeschi. Los remitentes eran el vicepresidente del IOR, Hermann Schmitz, del Deutsche Bank —que confía en que «Su Eminencia ponga fin inmediatamente al mandato»— y Carl Anderson, caballero supremo de los Caballeros de Colón. Éste último escribe: «Apoyaré la correcta decisión de Su Eminencia y su liderazgo en este asunto».
Las filtraciones colocaban de nuevo a Bertone en el quicio de importantes tensiones dentro de la curia. El día antes de la destitución de Gotti había sido arrestado Paolo Gabriele, el mayordomo personal del Pontífice, acusado de robo agravado después de que se hallaran numerosos documentos papales en su apartamento de la Ciudad del Vaticano.
Pero, ¿qué había sucedido en el IOR? Según el vaticanista Sandro Magister, la voluntad de Benedicto XVI desde 2010 era que se convirtiera en un banco transparente, pero los mandos intermedios del Vaticano y del propio IOR habían cortocircuitado dicho deseo. El papa había nombrado en septiembre de 2009 a Ettore Gotti presidente del IOR con tal finalidad. Gotti había sido consultor financiero e industrial de empresas como Parmalat, de la que también fue directivo. En 1992 había fundado Akros Finanziaria, que iba a trabajar para el Banco de Santander de Emilio Botín. En 1993 fue nombrado president de Finconsumo Banca, más tarde Santander Consumer Bank, es decir es el hombre de Botín en Italia. Próximo al Opus Dei y padre de cinco hijos, era amigo de Benedicto XVI y le asesoró en la redacción de la encíclica Caritas in veritate. «Pero hoy no parece haber ni verdad ni caridad en el Vaticano», apostillaba Magister en su última crónica de esta semana. 
Llegó el día 24 de mayo, el del cese. Más tarde, el cinco de junio, Gotti fue llevado a un cuartel de Carabineros en la periferia de Milán y allí fue interrogado durante tres horas por los movimientos de Finmeccanica, el coloso industrial del Estado italiano que produce armas y otros productos tecnológicos. Confesó que temía por su vida. En su casa y en sus oficinas fueron requisados 47 archivadores en los que la policía descubrió asimismo numerosa documentación sobre el IOR y en particular un dossier de 200 páginas cuyo destinatario debía ser el propio papa. El dossier contiene información sobre el posible blanqueo de capitales en el banco vaticano, sobre operaciones ilícitas u oscuras y sobre la procedencia incierta de determinados capitales. La Santa Sede emitió acto seguido un comunicado en el que advertía que todo ese material requisado está al amparo de la soberanía territorial del Vaticano, según su concordato con Italia. 
Según Magister, la orden de 2010 de Benedicto XVI para que el banco vaticano fuera absolutamente trasparente, fue desvirtuada por la curia y el IOR. Por ello las verdaderas razones del cese de Gotti han sido un enfrentamiento de éste con Bertone. La que iba a ser Ley número 127 del Vaticano, redactada por Tedeschi y el cardenal Attilio Nicora —presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica— reunía suficientes normas para que el IOR entrase en la lista blanca de la banca del Consejo de Europa. Sin embargo, antes de su promulgación, Cipriani, al frente de otros directivos, y el cardenal Bertone se opusieron a que se levantara el secreto sobre cuentas del banco, «cifradas o no». El argumento era «la autonomía y soberanía del Estado de la Ciudad del Vaticano». El otoño pasado, prosigue Magister, «la secretaría de Estado y el Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano, de acuerdo con IOR, volvieron a redactar desde cero la Ley 127», que entró en vigor en enero de 2012. Gotti comenzó a hacer preguntas molestas y exigió saber a quién pertenecían ciertas cuentas del IOR, que maneja unos 5.000 millones de euros.
Gotti Tedeschi incluyó todos estos hechos y sus averiguaciones en el memorándum que ahora custodia a la Fiscalía de Roma y que puede dar lugar a nuevos interrogatorios al ex banquero de Dios, que ha contratado escolta personal privada. «Es grande el desorden bajo el cielo, en una curia vaticana atormentada por los conflictos», dice Magister. Al menos, Ettore Gotti sigue vivo y Coppola podrá esperar.