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miércoles, 16 de marzo de 2011

La Iglesia católica tiene que pedir perdón por los niños robados...ya


El caso clama al cielo. Lo pueden leer hoy en RD. Lo denuncia y lo rememora un testigo de excepcion, el teólogoXabier Pikaza. Da escalofríos leer la historia. E imaginarse esas vidas rotas: la de la madre, violada por el chulo del pueblo y obligada a meterse a monja por el cura y por el alcalde, y la del hijo que nunca pudo conocer a su madre. Y no hace tanto tiempo. Y lo peor es que se trata sólo de un caso. ¿Cuántos más...? Y con la complicidad de la Iglesia, a todos lo niveles institucionales. Desde obispos y curas, pasando por frailes y monjas. El robo de bebés parece que fue una práctica habitual, que clama al cielo y exige a la Iglesia reabrir la memoria, posibilitar que las víctimas se reencuentren y, sobre todo, pedir humildemente perdón. Aunque, en muchos casos, se hiciese con buenas intenciones. Pero ya sabemos que de ésas tales está el infierno empedrado.
Es hora de que la Iglesia jerárquica española salga de su silencio y se pronuncie al respecto. Es hora de que pida pública y solemnemente perdón. Por este hecho concreto. Por esta lacra. Sin entrar en más honduras. Lo exigen la ética, la decencia y el Evangelio. Y el respeto a las víctimas, como Maritxu. Y debería hacerlo pronto, sin dilaciones, sin escudarse en las eternas fustificaciones. Pidiendo perdón con humildad. Saco y ceniza, precisamente ahora en Cuaresma.
Y abrir los archivos eclesiásticos a todo el que quiera encontrar a sus padres o a sus hijos. Con total diligencia, por favor. Y con lágrimas en los ojos. ¡Ojalá Dios toque el corazón del cardenal Rouco, el unico capaz de poner en marcha esta iniciativa de perdón y misericordia! ¡Ojalá!
José Manuel Vidal
Así describe, hoy mismo, un periódico esta práctica bergonzosa:
El robo de niños tiene una triste tradición en España. Poco antes del fin de la Guerra Civil (1936-1939), Francisco Franco le dio vía libre al psiquiatra Antonio Vallejo Nájera para que experimentara. “Tenemos ahora una ocasión única de comprobar experimentalmente que el simplismo del ideario marxista y la igualdad social que propugna, favorece su asimilación por los deficientes mentales”, escribió en esos años el médico. La solución que propuso Vallejo fue separar a los niños de sus madres republicanas que estaban presas para que no se propagara la “peste comunista”. También se “recuperó” a los chicos que habían sido enviados al exterior por sus padres para evitar que cayeran en las garras de la dictadura franquista. Los hijos de los “rojos” fueron enviados a instituciones comandadas por la Iglesia Católica, se les cambiaron los apellidos y perdieron el rastro de su verdadera historia. Antes de que se lo suspendiera, el juez Baltasar Garzón estimó que esta práctica, que se prolongó desde los años ’40 hasta los ’50, dejó un saldo de 30 mil niños robados.
Sin embargo, allí no terminó la historia de la sustracción de menores durante el régimen franquista. Después de los años ’50 hasta casi la década de 1990, el robo se trasladó a las maternidades y hospitales, donde las monjas que los manejaban o los mismos médicos robaban los hijos de las madres solteras, en la mayoría de los casos. El mecanismo era siniestro. Por una puerta entraban la parturienta y por la otra una mujer que nunca había estado embarazada. Esta última era la que se llevaba en brazos al recién nacido. A las familias les decían que había muerto y los médicos firmaban certificados de defunción falsos, que en algunas oportunidades llegaban a decir que los niños habían muerto por otitis. Así lo puede contar Mar Soriano, referente de la Plataforma del Grupo de Afectados de Clínicas de toda España por el robo de niños. Su hermana Beatriz nació en 1964 en la clínica madrileña O’Donnell pero les dijeron a sus padres que había muerto a causa de esa afección. Casi cinco décadas después, Soriano la sigue buscando y ayer, por primera vez, tuvo oportunidad de contar su historia ante los diputados españoles.